Relación con Cáceres no tuvo directamente sor Mariana Francisca de los Ángeles, religiosa carmelita descalza que profesó primero en el convento de Ocaña y luego fundadora del de santa Teresa de Madrid. En nuestra vieja villa, se tuvieron noticias de la vida y de los milagros y prodigios que obró esta extática monja por mediación de la cacereña doña Manuela de Alencastre y Noroña, hija de los duques de Abrantes y Linares.
Doña Manuela partió joven del cómodo domicilio de sus padres con el firme deseo de renunciar al siglo, pero su fe tambaleó en el retiro de su cuarto en cuanto tomó el hábito de novicia, tras los gruesos muros del convento de santa Teresa. En las crónicas se cuenta que el demonio socavó su entendimeinto de tal manera que debilitó grandemente su resolución, y a punto estuvo de volver los pasos a su Cáceres natal si no fuera por la mediación de la madre Mariana. Ésta auguró la tribulación de la cacereña y la obra del maligno, y la encomendó a santa Teresa de Jesús.

– ¡Hija! Gran lástima me hizo la otra noche que estabas en tal pieza de esta casa, poniendo las leñas, y del traje que tenías -se cuenta que le dijo a la novicia-. Mucho te encomiendo a nuestra santa madre.
Estas palabras, y la gracia que le concedió la santa de Ávila, sosegaron a doña Manuela y le dieron fuerza para expulsar de sí los extraños pensamientos que le había inducido el demonio. Entró, por fin, religiosa en el citado convento tomando el nombre de sor Manuela de la Concepción.
Tiempo después, siendo Priora, se cuenta que le vino de improviso un dolor de muelas tan grande que por más remedios que tomaba no se aplacaba; tras once horas en lastimoso estado, sor Mariana vino a ella y le puso la mano en la cara haciendo la señal de la cruz; y, de repente, el intenso dolor desapareció, quedando la de Cáceres maravillada y perpetuamente agradecida por éste y otros prodigios que obró en ella y en otras hermanas del convento.
Tras la muerte de la madre Mariana, sor Manuela la consideró bendecida por el Santísimo y para testimonio de su vida y obra, envió un trozo de estameña procedente de la almohada de la cama en que había reposado aquella bendita monja, a su hermana, doña María Josefa de Alencastre y Noroña, como ella, descendiente en quinta línea del rey Juan II de Portugal, y esposa de don Bernardino de Carvajal, II conde de la Quinta de la Enjarada.
Cuentan que, pasados unos meses de recibido el trozo de estameña, el 4 de febrero de 1698, vinieron de improviso a doña María Josefa, que se hallaba en estado de buena esperanza por segunda vez en su vida, unos fuertes dolores de cabeza, acompañados de sudores fríos y constantes vómitos, que hicieron temer, con opinión fundada, por su vida, pues le era difícil incluso el respirar. Esperando al médico, se acordó de aquel tejido que había recibido de su hermana y mandó a su marido que se lo acercase.
Con fervor, dirigió sus rezos a la difunta y bienaventurada madre Mariana, tan débilmente que la estameña que sujetaba entre sus manos se le fue y cayó sobre su vientre. Y en ese preciso instante, tal como habían venido los dolores y el temor de una pronta muerte, se diluyeron rápido ante la mirada absorta de los presentes que asistieron al prodigio, quedando la mujer desfigurada aún por la experiencia, pero en paz y sana.
Dio cuenta a su hermana en carta que aún se guarda.

Apenas mes y medio después, doña María Josefa dio a luz a un precioso niño al que llamaron José de Carvajal y Lancáster, que si bien fue en vida de cuerpo enfermizo, ello no le impidió llegar a presidente del Consejo de Indias y ministro de Estado bajo el reinado de Fernando VI.
El trozo de estameña quedó como una preciada posesión de la familia de los condes de la Quinta de la Enjarada, por sí y sus descendientes, obrando otros prodigios, pero se desconoce si aún se conserva.
FUENTES:
HINOJAL SANTOS, JOSÉ LUIS. Magia y superstición en la vieja villa de Cáceres.
MADRE DE DIOS, fray ALONSO DE LA . Vida Histórico-Panegírica de la Venerable Madre, y Penitentissima Virgen Mariana Francisca de los Angeles, Extatica Religiosa Carmelita Descalza en el Convento de Ocaña, fervorosa fundadora de el de Santa Teresa de Madrid, cuya comunidad, obligada, y agradecida, la ofrece, dedica, y consagra a la Real, Sacra, Católica Magestad de Nuestro Rey, y Señor Phelipe Quinto, el Victorioso (que Dios guarde).
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