Cuando en los paseos por la vieja villa de Cáceres uno aguza bien la vista, en ejercicio paciente y sereno, sin otra pretensión que el de disfrutar y tomar un contacto más evocador, descubre el noble e imperecedero lenguaje de las piedras, testigos no tan mudos como creemos de las historias, de las creencias y de las necesidades que afectaron a nuestros abuerlos, a sus abuelos, a los de éstos… Todo un nuevo mundo que alimenta la curiosidad y acaricia nuestra imaginación y nuestro deseo de respirar historia, tal como si la estuviéramos aspirándola in situ.
Vemos en ellas el espíritu de cada época, cómo se deseaba vivir o cómo se entendía todo aquello que nos rodea. Vida, mito, creencia… ¡y ocio!

Aguzándola… destacan a nuestros ojos algunos sillares, no tan numerosos como quisiéramos, pero suficientes para ofrecernos una experiencia que nos traslada al justo momento en que, hace siglos, las tareas del día habían dado término y se antojaba a cada cual un merecido relax, algunos acudiendo a un juego de mesa típico de finales de la Edad Media, y cuyo tablero había sido cincelado en un bloque de piedra colocado en cualquier plaza o en cualquier jardín de palacio.
Era el Alquerque.
Los alquerques fueron un juego popular en el Cáceres del siglo XIV, también conocidos como juegos del Molino. Había diferentes variantes: de tres, cinco, siete, nueva y hasta doce piezas por jugador; si bien en la villa los más usuales fueron el de nueve, al que se le dio el nombre de Danza de los nueve hombres, y el de doce. El tablero se grababa a golpe de martillo y cincel en losas o sillares planos de tamaño medio que luego se colocaban a modo de mesas dispuestas para el juego, usando como piezas grupos de pequeñas piedras de dos colores que los jugadores cogían de la calle o de cualquier sitio.
Con el tiempo, se fue abandonando esta costumbre, y olvidado el uso lúdico para el fueron ideados, estos sillares-tablero se antojaron como material constructivo para para utilizarlo en iglesias y palacios, pues el noble cacereño fue proclive, en época posterior, a colocar en los muros de sus casas estos testimonios pétreos, al igual que losas con inscripciones romanas o cualesquiera otras piedras que pudieran mostrar, siquiera simbólicamente, su posición social.

Estos vestigios, en la actualidad, los podemos observar en el muro de los pies de la iglesia de Santiago, en un contrafuerte del ábside de la iglesia de santa María, en el suelo de la plaza de san Jorge y en el de la zona ajardinada de la plazuela del Socorro, así como en la esquina que ofrece a esta última la casa de Trespalacios. Otros están listos a ser descubieros y añadidos al catálogo.
Como curiosidad añadida a este lenguaje de las piedras intramuros, el juego del alquerque se fusionó en España con el ajedrez en el siglo XV, dando nacimiento al hoy conocido juego de las Damas. La variante menor, el alquerque de tres, se sigue jugando a la antigua usanza con el nombre moderno de Juego de las Tres en Raya.
FUENTES:
HINOJAL SANTOS, JOSÉ LUIS. Historias y leyendas de la vieja villa de Cáceres.
WEB caceresaldetalle.blogspot.com.es
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