Doña Mariana de Godoy y Carvajal era una noble cacereña de rancio abolengo, casado con un don Álvaro de Ulloa, de parecida alcurnia, probablemente el mismo que fuera acusado apenas cuatro años atrás a los episodios que voy a narrar, de favorecer la entrada de dos mujeres de dudosa reputación en Cáceres en tiempos de peste.
Con los ecos que este asunto, del que hablaré en otra entrada, aún circulando en los mentideros cacereños, a su esposa le dieron unas calenturas muy fuertes. Los médicos de la villa que la auxiliaban la sometieron a toda suerte de sangrías y remedios tolerados de sanación de la época.
Ya era conocida la ‘chinchona’, o quinina, traída de las Indias, y sus formidables efectos sobre la enfermedad de las tercianas; pero sus curaciones, que unos veían como milagrosas, la Iglesia las atribuía a pactos oscuros y secretos que los indígenas de aquellos territorios tenían con el demonio, motivo por el que los físicos, fueran médicos o cirujanos, no podían hacer uso de esta sustancia ante el temor de contraer pecado mortal.
Comoquiera que fuese, la enfermedad fue a más y perdieron las esperanzas por la vida de doña Mariana, dándola por desahuciada.
¡Pero a los alcances del desolado marido estaba el acudir a otros remedios!
Como no era un noble al uso, decidió informarse entre el pueblo llano; e, indagando, fue enterado de que en Cáceres había una mujer de unos 25 años de edad que, a pesar de su juventud, era una reputada hechicera. Se llamaba Isabel Pérez, pero la conocían como la Chata. A ella recurrió, la tomó a su servicio y dejó en sus manos la suerte de su esposa.

La Chata, en compañía de Catalina Bravo, viuda del escribano Benito de Vega, tras cuya muerte había ido granjeándose mala fama y con deseos de aprender el oficio de la hechicería, aplicaron a la moribunda polvos, bebidas, emplastos, sahumerios…, en la confianza y fe del marido y de la gente de su casa. Pero…
…doña Mariana de Godoy murió;
…los testigos quisieron creer que fue muerta de los hechizos y malas artes de Isabel Pérez la Chata y de su acólita Catalina Bravo;
…quienes, por ello, fueron culpadas de la muerte de la noble;
…delatadas como hechiceras ante la Inquisición, conocieron el duro y frío suelo de las cárceles del Corregidor el once de febrero de 1654:
…luego, el de las cárceles secretas del Santo Oficio de Llerena.
Durante poco más de un año fueron sometidos a continuos interrogatorios, con los métodos propios inquisitoriales, sin que de ellas saliese confesión alguna que diera consistencia a la sospecha de un pacto secreto con el demonio o cosa parecida. Los Ulloa y las personas de su casa se ratificaron cuantas veces fueron requeridos:
– A doña Mariana de Godoy la mataron de hechizos – repetían en toda ocasión.
En todas ellas negaron las acusadas.

En último término, el pasado de Isabel Pérez hizo que se presentaran nuevos testigos de su oscuro oficio, y finalmente fue condenada, con cierta benevolencia hay que decirlo, a salir en auto de fe, procesionando por las calles de Llerena ataviada con sambenito y capirote, sometida a pública humillación con cuerda alrededor de su cuello y vela en la mano.
Como era habitual, posteriormente, un letrero a modo de sambenito, con su nombre y su delito, fue colgado en las paredes de la iglesia de santa María de Cáceres, para perpetuar la infamia recaída en la Chata y en todos sus descendientes, para público conocimiento de toda la villa. Su familia cayó, de esta manera, en desgracia.
¿Qué fue de Catalina Bravo?
Al no presentarse testigos diferentes en contra suya, se suspendió su causa y libró su honra… ¡de milagro! La rea volvió a Cáceres, donde la esperaban de mal grado sus parientes, pues no fue de su gusto el haber sido señalados como cercanos a una posible hechicera. Para sanar su maltrecha reputación, obligaron a Catalina a tomar hábitos y enclaustrarse en un convento de monjas, entre cuyas cuatro paredes murió pasados unos años sin más contacto con el mundo.
A doña Mariana de Godoy y Carvajal la dieron sepultura el 18 de noviembre de 1653 en el cementerio que había a espaldas de la iglesia de san Mateo, con entierro y novenario. Se le rezaron mil y ciento treinta misas por los religiosos de los conventos de san Francisco y de santo Domingo, y otras mil en la misma dicha parroquia. El décimo día se le dijeron cuatro misas cantadas y ofrendadas desde la iglesia, el cabildo y los citados conventos, y responsos cantados todos los domingos durante un año.
¡Su alma quedó en paz!
FUENTES:
ARCHIVO HISTÓRICO DIOCESANO DE CÁCERES. Parroquia de san Mateo, libro 2 de Difuntos (1591-1668).
ARCHIVO HISTÓRICO NACIONAL. Inquisición de Llerena. Legajo 1987, año 1656.
HINOJAL SANTOS, JOSÉ LUIS. Magia y superstición en la vieja villa de Cáceres.
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