Cáceres en sus piedras

CRUCES TUMULARIAS

 

En los primeros tiempos de la era cristiana, en la villa de Cáceres existía un paraje a la sombra de uno de los lienzos, el de poniente, de la imponente muralla que habían levantado los almohades. Era el paraje quizá menos abrupto de la colina donde se alzaba la anterior fortaleza musulmana, pero las primeras iglesias extramuros no se levantaron allí, sino al norte la de Santiago, y al sur la de san Juan. El descampado quedó, pues, en medio de todo, limitado al este por un pequeño arroyo de bastante caudal al que llamaron río Verde.

Al Cáceres ya leonés se le dotó de un extenso territorio, y para su mejor cuidado y protección se repartió entre sus gentes, reparto que fue motivo de que los hidalgos y hombres buenos que decidieron morar en la villa, dirimieran los frecuentes altercados que comenzaba a ocasionar la división de la tierra propuesta en las primeras leyes de la villa. Así, en el siglo XIII, aquel descampado cercano, al que, con los años, se le fueron dando otros usos hasta convertirse en la futura plaza Mayor, sirvió de escenario ideal para celebrar los rieptos, antiguos duelos con los que se pretendía ganar la razón a base de acero.

 

Palacio de Golfines de Arriba

 

La tradición decía que, en aquellos tiempos, los nobles hicieron un pacto entre sí de guardarse el hacerse mal alguno mutuamente. Cuando esto, no obstante, sucedía, antes de desafiar abiertamente, el retador estaba obligado por la costumbre a romper primero, siquiera de forma testimonial, este lazo de amistad, dirigiéndose al retado y darle posibilidad de avenirse con él o de prepararse para el combate o lid entre ambos, siempre en presencia de caballeros de igual calidad y de hombres buenos de la villa, pues los desafíos y los rieptos sólo estaban permitidos entre hidalgos. Estos desafíos, en aquel lejano siglo, eran públicos, conocidos y autorizados.

En la villa de Cáceres, el retador acudía a la fenestra de la iglesia de santa María, y en presencia de doce caballeros, se dirigía al segundo culpándole de un daño causado en su persona o hacienda, acompañando los hechos y razones con alguna traición hacia el rey en el campo de batalla o a sus insignias, para dar mayor peso a su causa.

 

La fenestra de la iglesia de santa maría era una abertura practicada en uno de sus muros, a modo de ventana. En aquellos primeros años cristianos marcaba el punto de encuentro para las reuniones del Concejo o para otros asuntos importantes de la villa y de sus pobladores.

 

A los pies del naciente templo se escucharon, en muchas ocasiones, las duras palabras con las que comenzaban los rieptos cacereños:

– Señor, torno a vos su amistad y os desafío por el daño que me habéis causado.

– ¡Miente! – decía, a su vez, el retado a los caballeros testigos, aceptando el reto y escogiendo la forma conque librar el pleito, que en la vieja villa era la lid a caballo o a pie, con solo las armas propias de uno y de otro.

Hasta celebrarse la lucha, se imponía una tregua que afectaba a ellos y a sus parientes, so pena de destierro y pérdida de sus bienes. El resultado era la muerte y deshonra de uno de los contendientes.

Pasados los años, los duelos fueron prohibidos por el rey, y no muy bien vistos, por lo que el citado paraje dejó de ser el espacio elegido, por no guardar la necesaria discreción, usando cualquier otro lugar de la población o de su entorno que permitiera limpiar el honor o la honra sin ser prendidos y encarcelados por la autoridad.

 

Cruz tumularia en la calle General Ezponda

 

A partir del siglo XVI los duelistas eran, incluso, excomulgados e infamados de forma perpetua, impidiéndose al muerto en riepto el tener sepultura eclesiástica o el dejar misas pagadas a su muerte, según la tradición. Así, las familias cacereñas, cuando moría en duelo uno de sus miembros, ante esas imposibilidades reales y del anatema de la Iglesia, decidieron grabar, cercanas a donde se había producido la muerte, cruces tumularias, para que todo el que la viera y las reconociera rezase una oración por el alma del muerto.

Varias de estas cruces tumularias pueden verse aún por algunos muros, esquinas y entradas de palacios cacereños, testimonios de otros tiempos y formas de pensar y solucionar los conflictos.

 

FUENTE:

HINOJAL SANTOS, JOSÉ LUIS. Historias y leyendas de la vieja villa de Cáceres.

RECOMENDADO: www.caceresaldetalle.blogspot.com.es

 

José Luis Hinojal Santos

2 comentario

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  • Gracias por la recomendación. Hay más cruces tumularias en la ciudad, alguna las tengo publicadas ya y otras cuantas en el cajón aún, pero pronto las enseñaré Al Detalle.

  • Hola. Gracias a ti. Deberías realizar una entrada en tu blog con un mapa de localización de las cruces tumularias. Yo conozco algunas por mí mismo y otras siguiendo caceresaldetalle. Este tipo de detalles son muy interesantes, y un mapa ayudaría mucho a quienes les gusta pasear por la vieja villa. Sería un punto.