Cáceres en sus piedras

RECUERDOS DE LA CASA DE LOS MUERTOS

 

Vive un sueño.

Deambula taciturna la mujer mora por el estrecho y oscuro pasillo de la casa, deslizando sus pies descalzos por el frío suelo. Llora la soledad e implora con sus gemidos que acabe su miedo. Le asusta la quietud alrededor que contradice los latidos de su corazón, la calma sorda y cruel que proviene del exterior mientras sus pensamientos esperan alarmados que el olor a cristiano y a sangre innoble derribe en cualquier momento la puerta.

Recuerda. Desde el momento en que sale del sórdido escondite de su cautiverio e inicia su errático camino por la casa.

Recuerda…

 

Casa-museo árabe Yusuf al Burch

 

” Escuchó los gritos apresurados de gentes corriendo sin rumbo por las calles, vociferando la traición de la ingrata y enamoradiza hija del qaid.

 ” Escuchó los gritos lejanos de la infiel victoria, de los soldados de la cruz sobre los suyos.

 ” Escuchó los gritos atemorizados de los suyos, terribles y cada vez más cercanos. Comprendió e imaginó sus cuerpos atravesados por los hierros leoneses en una orgía inhumana y lasciva de botín y carne, dejando tras de sí ríos de sangre.

 ” Escuchó, cada vez más cercanas, voces que no entendía, en una lengua sin música, impía. La melodía de la victoria. El precio de la derrota.

 

Todo ahora es silencio, piensa temerosa sin comprender por qué en algún momento calló el aire. No recuerda cuándo ni cómo desaparecieron los gritos de unos y otros procedentes de fuera, el penetrante y metálico olor dulzón, las cruces victoriosas y las derrotadas mediaslunas. Se asoma a las habitaciones, mirando furtivamente su interior. Silenciosas, desconocidas, diferentes a como eran antes de esconderse desesperadamente en un oculto refugio en lo más profundo de la casa.

Recuerda…

 

” No tenía tiempo que perder, pues el tiempo no espera. Buscó refugio en la oscuridad y humedad de un habitáculo secreto que aquellos felices e ingenuos juegos de niña trajeron a su memoria, donde no la encontraría la impía soldadesca cristiana. Se ocultó a su sed de venganza, de muerte, de humillación y de ultrajante deseo.

” – ¡Maldita la hija del qaid, traidora! – golpea con rabia a las paredes y al vacío.

” Perdió el amor, ganó con él la derrota. El barro de las calles se tintó de rojo, y el aire se impregnó del olor a sangre y del humo de las humildes casas y de la profanada mezquita. Saqueo. Destrucción. Mujeres violentadas. Cuerpo inertes al paso de la riada leonesa, con sus caras paralizadas en una última mueca de espanto.

” En su escondite tembló hasta el dolor, lloró hasta secar sus ojos, gritó sin ser escuchado su lacerante miedo. Sentada en el suelo con sus tensas y frías manos sujetando fuertemente sus paralizadas piernas mientras que los nervios cimbreaban su cuerpo. Sola, abandonada, oliendo el rancio de los muros, el orín mojado pegado a su carne y a su ropa.

 

Y pasó el tiempo, lentamente, pegado a cada lamento. Le venció el pánico, el cansancio, la vida.

Y pasó el tiempo, ocho horas u ocho siglos,

– …Que de eso no conoce la muerte.

La mora deambula taciturna a diario el estrecho y oscuro pasillo, tropezando sus descalzos pies con muebles de madera y cántaros de piedra que no recuerda que estuvieran donde están.

Ya no escucha los gritos.

No huele la sangre que esperaba que cruzara en cualquier momento la puerta.

Llora el miedo y siente la soledad.

Sueña una vida.

 

Dicen hoy… que una mujer mora, ataviada a la usanza almohade, habita la Casa-Museo Yussuf al Burch, o casa de los Muertos como la llaman algunos. Su espíritu sale de desconocidas habitaciones y vaga las noches por la casa, encendiendo luces apagadas, moviendo objetos a su antojo… esperando que un hombre de su raza, de su misma religión, la libere de su imposible cautiverio, lejos de las manos infieles, quizá un nakib o un arraoz en quien aplacar su miedo y confiar su vida… o su espíritu.

 

FUENTES:

FRÍAS CIRUELA, JUAN MANUEL. Extremadura misteriosa. Guía secreta.

HINOJAL SANTOS, JOSÉ LUIS. Historias y leyendas de la vieja villa de Cáceres.

 

José Luis Hinojal Santos

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