La mujer sale corriendo de la casa, con la cara palidecida y el gesto mudado. Sus acompañantes le gritan alarmados:
– ¿Qué pasa…?
No atiende, no mira atrás, no aminora su paso. Solo quiere salir, escapar, respirar el aire de la calle lejos de allí. Los demás salen rápidos y preocupados a rebufo, para intentar alcanzarla y calmarla.
– ¿Qué ha pasado? – vuelven a preguntarle una vez que parece recuperar el aliento y el ánimo.
– ¡Que pongan velas blancas dentro de esa casa! – son las primeras y precipitadas palabras que escuchan salir de su boca.
Es una turista ocasional, quizá más sensitiva o más sugestionable. Pero no conoce la historia de la Casa-Museo árabe Yusuf al Burch, ni las creencias que circulan acerca de ella. Únicamente sintió, nada más entrar, una opresión en el pecho, dificultades al respirar, un ligero zumbido en los oídos. En el estrecho pasillo se hicieron más intensos y allí se le erizó la piel embargada de una emoción inexplicable, más allá del miedo…
Alguien esta a su lado,
‘ sin haber nadie a su lado.
Y salió corriendo desesperada de la casa, sin dar explicaciones.
No ha sido la primera, ni la última persona. Otras han narrado situaciones parecidas. Extraños pasos que se escuchan, objetos que se mueven a su albedrío, velas que se encienden solas. Los perros ladran nerviosos cuando los dejan atados a la puerta del museo.
– He visto un espíritu. Una mujer de aspecto árabe, de unos cuarenta años, caminando lentamente por el pasillo. Lleva un vestido largo… – contó a los propietarios hace años una mujer que decía ser médium.
Y la noticia se difundió rápidamente. En el museo árabe de Cáceres habita un fantasma de carne y hueso…
– ¿Cómo es posible eso?
Lo de “fantasma de carne y hueso” es un contrasentido, una especie de recurso literiario. ¡Es que cuentan que es real! No un relato apropiado en una vieja villa medieval, una leyenda de otras muchas parecidas, o una recreación interesada.
Hace años, cuando las cámaras de una televisión estaban dispuestas a grabar, con sus baterías cargadas y la producción dispuesta, no el espectro, que eso era cosa de gente impresionable, sino únicamente unas escenas que dieran fuerza y sentido a la noticia, nada más cruzar el umbral de entrada a la mansión las caprichosas baterías se vaciaron y dejaron de funcionar.
Más suerte tuvieron con las grabaciones un equipo con el conocido Chicho Ibáñez Serrador y el periodista Julio Barroso al frente. Este último narró luego la experiencia:
– Nos colocamos en el museo árabe desde las seis de la tarde. A partir de las tres y media de la mañana empezaron a constatarse hechos extraños: sonidos, voces y mensajes que impregnaban la mesa de sonido, provenientes de distintas galerías donde no se encontraba nadie. A través de las cámaras se observaban terroríficas y misteriosas imágenes, en donde una de las velas situadas en la octava galería se encendía de forma desconocida e inusual. La temperatura llegaba incluso hasta dos y tres grados bajo cero en el interior del museo a medida que la noche se prolongaba, lo que se conoce como termogénesis.
“Toda la noche era un vaivén de fenómenos inexplicables – sigue narrando Julio Barroso –. El hijo de Chicho, Alejandro, se prestó a una experiencia de hipnosis y, bajo los efectos alterados de conciencia, pudo observar en un momento determinado cómo una mujer que no era del equipo atravesaba una cortina de la galería del museo. Toda una noche llena de hechos asombrosos donde lo que sí nos quedó claro a cada uno de nosotros fue que aquel lugar sobrepasaba a la razón”.
FOTO DE CABECERA: Casa-museo árabe de Yusuf Al-Burch.
BARROSO LÓPEZ, JULIO M. Blog online juliombarroso.blospot.com
FRÍAS CIRUELA, JOSÉ MANUEL. Extremadura misteriosa.

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