El cielo se volvió oscuro, sin nadie esperarlo.
Aquel año de 1545 parecía torcido a la mano de Dios, con la sequía y las malditas pintas rondando la villa y amenazando con despoblarla por el hambre o la muerte, vaciando las casas o llenando sus cementerios. En la alhóndiga, el trigo almacenado de años más venturosos comenzaba a escasear y el arroyo de la Madre racaneaba el agua a los huertos, que uno tras otro iban convirtiéndose en pastizales. Parecía que el fin del mundo llegaría en cualquier momento, eso creían algunos.
Y una mala mañana de primavera, cuando se esperaba un día más sin cambio alguno, y menos a peor en la desgracia,
‘ el cielo se volvió oscuro
‘ y la chicharra guardó silencio.
El viento trajo consigo la langosta. Un fenomental ejército de insectos vino del sur formando una interminable nube que descargó inmisericorde en las tierras de Cáceres, e hizo de los despojos de la sequía su banquete, devorando jornada a jornada lo poco comestible que quedaba para los humanos, el barbecho y el pasto para las bestias.
Cuentan…
que la gente sencilla se espantaba de estas plagas, enviadas por mano de la justicia divina, que auguraban males mayores como guerras o pestes. Esta era la peor que recordaban incluso los más viejos, por lo que no dudaron en comenzar con sus rogativas y penitencias al santo crucifijo de santa María (el Cristo Negro) o al niño de la Congregación de la iglesia de san Mateo.
Cada amanecida, decenas de hombres eran convocados al toque de la campana de la iglesia de santa María, para concentrarse en los alrededores de la ermita de los santos Mártires e ir en cuadrillas
– …a matar bichos.
azotándolos con sus improvisadas verdascas de retama, empujado su maltrecho ánimo por la rabia y la desesperación. En los árboles se colgaron murciélagos muertos, se amontonaron y quemaron los cadáveres de los insectos que se iban apresando, para que el humo de estas pestilentas hogueras ahuyentara a los vivos.
Fue en vano. Los campos cacereños fueron convirtiéndose, uno tras otro, en parajes yermos. Solo la bellota calmaba en poco el hambre durante aquellos trágicos e interminables meses.
Cuentan…
que de todos los hombres, uno quedó encargado por el Concejo de hacer, sin parada ni descanso, las jornadas que separaban la villa de Cáceres de la de Alcántara, para una vez allí conocer el paradero de cierto clérigo,
– …que dicen echa la langosta.
Y ofrecerle salario para conjurar el mal que azotaba la tierra. El pueblo llamaba a estos hombres conjuradores de la langosta, siendo tarea ardua cruzar los pasos con ellos pues viajaban de aldea en aldea sin dejar rastro y así permanecer ocultos a la Inquisición. El Santo Oficio los consideraba engañadores cuyas artes se servían de la ignorancia de las pobres gentes y de conjuros alimentados por el demonio. El nombre del clérigo se desconocía por tales motivos, pero habían llegado noticias de su labor en los campos alcantarinos.
El conjurador de la langosta, en la villa se hizo juez de un extraordinario juicio en que se nombró un procurador demandando justicia contra la langosta, y otro en defensa del animal, proceso que se llevó ante los maravillados presentes y que terminó tras las probanzas de una y otra parte
‘ y sentencia contra la langosta.
– …en que dentro de tantos días se vaya de todo el término de aquel lugar so pena de excomunión.
Por la época, dijo el téologo Pedro Ciruelo, que acontece muchas veces que el diablo, por cegar y engañar a los pueblos que tales cosas consienten, haga venir en efecto lo que promete el conjurador, y por sus secretas operaciones con cosas naturales hace huir de allí las langostas y otras sabandijas.
Pero en esta ocasión no parece que el diablo se presentara en Cáceres, pues la plaga de aquel año continuó en el siguiente, y a punto estuvo de hacer de la vieja villa un desierto de ruinosos templos y palacios.
INICIO DEL CONJURO SEGUNDO(Libro de conjuros contra tempestades, langostas, pulgón, cuquillo y otros animales nocivos que dañan e infestan los frutos de la tierra)Oh malditas langostas que estáis en los términos de este lugar. Yo, por la virtud y la autoridad de Nuestro Señor Jesucristo, os conjuro y os constriño de la manera más contundente por Dios Padre omnipotente, creador del cielo y de la tierra……por todas estas cosas sobredichas os conjuro y ordeno que no comáis en adelante, ni dañéis en lo más mínimo las mieses, siembras, árboles, viñas o hierbas que hay en este término y en todos los límites de esta ciudad, sino huid inmediatamente y salid del sobredicho término, y si lo contrario hiciereis, Nuestro Señor Jesucristo, que rompió las puertas del infierno y redujo a los diablos, el mismo os reduzca, maldiga y golpee por su santo ángel y rompa vuestros labios, quijadas y dientes, y os triture y desmorone.
FOTO DE CABECERA: Vista de Cáceres desde el arroyo de La Madre.
CIRUELO, PEDRO SÁNCHEZ. Reprobación de las supersticiones y hechicerías.
GUERRERO Y MORCILLO, MATHEO. Libro de conjuros contra tempestades, langostas, pulgón, cuquillo y otros animales nocivos que dañan e infestan los frutos de la tierra.
RUBIO ROJAS, ANTONIO. Resumen de historia local I.
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