Fray Bernardino de Cazeres gozaba en vida de fama de santo varón, y esa fama le precedió cuando cierto día llegó a Valladolid, llamado al Capítulo General de la orden de san Francisco. El cacereño, entrado ya en años, se presentó con su solo hábito gris ceniza, polvoriento, sin alforja alguna para el duro y largo camino que en las jornadas precedentes había realizado con la compañía de un joven hermano del convento.
Fray Bernardino, llamado de Cazeres en honor a su patria, nació en esta villa en los albores del siglo XVI, en el seno de la prolífica familia de los Ojalvo que vivían en la colación de Santiago. Muchos le consideraban descendiente directo del pastor Gil Cordero, a quien le habló la antigua imagen de nuestra señora de Guadalupe, de ahí que pensaran que su origen era noble, no siendo claro este asunto.
Nada más cruzar el umbral del lugar donde se alojaría, se despojó de sus maltrechas sandalias. Sus pies, no obstante estar acostumbrado a sangrientas disciplinas y ásperos cilicios, agradecieron las primeras losas frescas de la casa que un hermano franciscano ofrecía a los que iban llegando.
– Paz y bien, hermano – cruzaron saludos.
Y luego, sin más conversación, acudieron los dos caminantes al aposento que les tenía preparado el casero, una habitación sencilla y despojada de adorno alguno, con solo una cama para ambos. Con el cansancio, el hermano conventual prontó tomó posesión de una y se rindió a un dulce y ansiado sueño. Pero fray Bernardino ignoró su fatiga y decidió entregarse a la oración, hincándose de rodillas en el duro suelo, en el poco espacio que dejaba libre el camastro.

Se cuenta que estando en estos episodios, a medianoche el compañero despertó de súbito al no sentir la presencia del santo anciano, y en la oscuridad lo buscó a tientas de forma infructuosa. Al incorporarse brevemente, chocó con los pies del fraile, conociendo así el misterio. Aun en lo oscuro supo que…
‘ fray Bernardino se hallaba en éxtasis,
‘ elevado su cuerpo en el aire algo más de una vara del suelo,
‘ con los brazos extendidos en forma de cruz,
‘ con la cara enfrentada al techo de la habitación
‘ y entregado a un dulce descanso.
Quedó el joven religioso admirado de contemplar en el circunstante silencio la escena, apenas adivinada en la oscuridad, pero muy clara en su espantado ánimo. Al poco, volvió a recostarse compungido, so pena que el demonio estuviera alimentando su insana curiosidad. Y disimulando el sueño, al cabo de que se le antojó bastante tiempo, notó que el extático monje bajó lentamente del rapto, y sin más suceso quedó su cuerpo tendido en la cama prosiguiendo su extraordinario descanso.
NOTA: 1 vara castellana equivale a 0’836 m
FUENTES:
HURTADO PÉREZ, PUBLIO. Ayuntamiento y familias cacerenses.
JESÚS MARÍA, fray FRANCISCO DE. Chronicas de la provincia de San Diego en Andaluzia de religiosos descalzos de N. P. San Francisco.
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