Publio Hurtado terminó en 1915, y publicó tres años después, Ayuntamiento y familias cacerenses, obra magistral donde las haya que tenga esta ciudad por protagonista, una suerte de saber enciclopédico que el tiempo ha ido elevando a hito para quien desee adentrarse en el conocimiento de la vieja villa de Cáceres y a mito para quien quiera, además, poseer un ejemplar de carne y hueso. En un ángulo de mi biblioteca, flanqueado por Boxoyo, Rubio Rojas, Ortí Belmonte y un largo etcétera, hay un hueco apilando capas de polvo, esperando una ya improbable adquisición o una esperable reedición.
Tomando las certeras palabras que le dedicó el investigador Alonso José Corrales Gaitán, es un auténtico tesoro bibliográfico en el que van desfilando uno a uno, y por orden alfabético, los apellidos, las familias, nobles y plebeyas, que desde la toma cristiana de Cáceres en 1229 hasta la fecha de publicación fueron dando sentido a la historia local.
Historia e historias de la Historia de esta ciudad.
La que recordaba en mayúsculas e investigó pacientemente don Publio, y aquella otra más cotidiana y linajuda que, tomando como base el relato de anécdotas y curiosidades, fueron apuntalando el carácter de sus gentes y la magia del lugar.
Lectura obligada, pues.
De culto diría.
Pero, en su día…
No tuvo una recepción adecuada por parte de las autoridades de la época, ni tampoco por el público, especialmente
‘ por los uno,s que no se vieron reflejados convenientemente en sus páginas,
‘ o por los otros, que no entendieron que se airearan tan alegremente sus trapos, los limpios y los sucios, igual les daba si atestiguaba su lento descenso hacia el infierno que suponía para ellos la pérdida de su poderío señorial.
Quizá fuera este el motivo de que la mayoría de los ejemplares quedaran relegados tempranamente a los estantes de un aletargado y húmedo almacén municipal, apilando polvo y olor a rancio año tras año.
¡Es que esa mayoría de ejemplares no cumplió muchos!
Al menos los esperados en una obra de tal trascendencia.
Ayuntamiento y familias cacerenses vio la luz de forma agónica, tras superar la carencia de papel por culpa de la Gran Guerra, la crisis de identidad de la obsolescente nobleza local y un insufrible temporal de frío, el Gran Frío que hubo en Cáceres a finales de 1917, con la temperatura bajando a menos siete grados un 29 de diciembre, la más baja que se recuerda.
Y fue perdiendo luz también agónicamente, invierno tras invierno. Entre la realidad y la leyenda, sus casi mil páginas vírgenes de ojos lectores fueron una golosina maquiavélica para las estufas que habían de calentar las dependencias del Ayuntamiento.
A comienzos de 1956 vino de nuevo el Gran Frío. La noche del sábado al domingo, del once al doce de febrero, los termómetros bajaron a seis grados bajo cero, casi los mismos de aquel gélido y lejano 1917 en que faltaban aún semanas para lo que se prometía un feliz parto editorial, y que resultó ser una triste pifia por culpa de sus insolentes páginas.
Frío a frío.
Vida y muerte.
Según cuentan, los ateridos trabajadores del Ayuntamiento acudieron a sus labores el lunes siguiente, el 13 mal fario. No pudieron soportar las glaciares oficinas, y a falta de leña u otro combustible se acordaron, por esos infames inviernos anteriores, que aún quedaban unos pocos de esos gruesos y apetecibles libros de lomo verde…
Hoy, los pocos supervivientes se guardan celosamente en los estantes de algunas bibliotecas públicas, o en las colecciones de unos pocos. De vez en cuando, aparece alguno puesto a la venta a un coste elevado. Así, la hoguera ha convertido a Ayuntamiento y familias cacerenses en una leyenda más del nutrido universo mágico de Cáceres.
FOTO DE CABECERA: Lomo de la obra Ayuntamiento y familias cacerenses.
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