Los mentideros eran lugares de reunión cotidiana, y pareciera que espontánea, en los que se conversaba sobre los asuntos más relevantes y delicados del día. En ellos, frecuentemente se especulaba y exageraba para intentar cada cual ser el centro de atención, y quizá, por este motivo, se daban, con más frecuencia de la que era de esperar, matices catastrofistas a sucesos de escasa relevancia, cuando no dedicarse al ejercicio poco discreto de socavar honras ajenas.
Los más concurridos, en el siglo XIX, tenían solar, cómo no, en la plaza de la Villa o Mayor, bajo los portales los hombres, en las escalerillas que la comunicaban con la ciudad vieja las mujeres. Pero era habitual llegado el verano, la estampa de vecinos saliendo a la anochecida de sus casas, agarrando sillas y sentándose en la calle, aprovechando el fresco de la noche.