Título: RELATOS DEL CÁCERES OLVIDADO
Autor: José Luis Hinojal Santos
Editorial: TAU Editores
Año de edición: 2020
Encuadernación: Tapa blanda
ISBN: 978-8417132828
RELATOS DEL CÁCERES OLVIDADO son veintitrés narraciones inspiradas en el excepcional pasado de esta bella ciudad, desempolvando sucesos históricos y algunas leyendas para adentrarnos en un mundo donde lo cotidiano va construyendo la memoria colectiva desde lo extraordinario y, en ocasiones, la sumerge en la extravagancia y el absurdo.
El autor dota su tercera obra de un marco narrativo desbordante de imaginación y costumbrismo, cimentado en las raíces de su tierra. Superstición, misterio, humor y mundos cotidianos llevados a los extremos del sentido común son las características más destacables de estos episodios olvidados de la historia de la vieja villa de Cáceres, cómo se vivieron y cómo se recordaron. Como escribió en su día Torrente Ballester:
- Como la exactitud es imposible, más vale dejar las cosas como las cuentan y contaron.
A lo que se une el "toquecino" personal del narrador.
PRÓLOGO.
RELATOS DEL CÁCERES OLVIDADO.
Hace un millón de años.
Historia de un banco de madera.
El pequeño mundo.
La última mañana del duende.
Ahorcados y aullones.
El pozo de los enamorados.
El tesoro de la sierra de la Montaña.
Historia de una excomunión.
El duelo del arco del Cristo.
El honor de una puta y el hijo de las mil putas.
Compasión por el demonio.
El año de la langosta.
Camino al cadalso.
La aprendiz de bruja.
Bilma madrera y otros remedios de gran virtud que sanaban en Cáceres la esterilidad de la mujer.
El regüeldo del fraile o la falsa historia de un espía.
El esqueleto del convento de santo Domingo.
Una golondrina no hace verano.
Entre carracas y tinieblas.
El fin de los alabarderos -entre carracas y tinieblas II-.
Recuerdos de la casa de los muertos.
¡Sobra ese farol!
Érase una vez... ¡un oso polar! O huidizo divertimento final en busca de las ilusiones.
APÉNDICE.
FUENTES DE CONSULTA EN LOS RELATOS.
BIBLIOGRAFÍA.
OTROS LIBROS DEL AUTOR.
"Una tarde, los chavales, conocedores de la prohibición de acercarse a poca distancia del retén, azuzaron su interés en sortearla. Al poco, idearon una nueva diversión cuyo objeto era burlar la estrecha vigilancia, ganando aquel que tocara la ansiada madera del preciado banco sin ser atrapado por el feroz y avisado guardián. Como ninguno lo consiguiera, al menos que se sepa o que aquel diera un parte que se desconoce, el enemigo se retiraba día tras día con cara destemplada en espera de mejor ocasión para presentar batalla.
En su repliegue, no obstante, alguno de la partida, excitado ante la visión de emparentar una boñiga de mula con el uniforme del celoso soldado, recogía, sin importar ensuciar algo más sus sucias manos, alguna de buen peso de las muchas que había en el suelo".
Historia de un banco de madera. Página 29
"Aquel domingo aprovechó la misa mayor. Simuló encontrarse mal para no acompañar a la ama y en su ausencia fue por los dineros. Pero sucedió lo inesperado. María Antonia Fernández entró en la casa y sorprendió a la criada.
Empezó a insultarla.
Forcejearon.
Antonia Pérez cogió un cuchillo cercano y lo llevó directo al vientre de la señora. Enajenada, apretó fuerte.
María Antonia Fernández gritaba de pánico y de dolor.
Antonia Pérez gritaba su mala suerte y su rabia incontenida.
Le asestó otra cuchillada, para que callara la maldita.
- ¡Calle, señora, calle! -vociferaba sin sentido la joven, mientras clavaba y clavaba el cuchillo en las carnes de la vieja.
María Antonia Fernández calló por fin".
Camino al cadalso. Página 125
"De las amenazas se pasó a los empujones. De los palos a los puños y patadas. Y entre las continuas imprecaciones se coló alguna que otra obscenidad y blasfemia.
-¡Me cago en diez y en todos tus muertos!
- Vigila tú a tu mujer, que a saber con quién se está ganando ahora unos reales.
El Marimanta le sacó el ojo izquierdo al Randa. El cabo de la compañía, un sujeto al que llamaban por familia el Gato, dejó de mediar en cuanto sintió que recibía golpes sin que nadie reparara en galones. El Caralápiz pronto dio con sus huesos en el frío suelo, partida en dos la lata que le servía de casco romano, al igual que su cabeza, de hacer caso al hilo de sangre que iba formándose en la losa cercana. Demetrio el Limpiabotas limpió esa noche las suyas en todo trasero que estuvo a su alcance...
He aquí, resumida, la escena:
Los hombres, alabarderos y pendencieros, enfrascados en la pelea.
Las mujeres intentando huir del aprieto, o desmayándose de la impresión al no poder hacerlo.
La chavalería, llamada por el escándalo, golpeando con palos y pies el cancel de la puerta del evangelio.
Los del relevo de alabarderos, más serenos que los que terminaban servicio imbuidos en tal refriega, subieron a la torre e hicieron repicar las campanas, soslayando la prohibición de hacerlo durante los días grandes de Semana Santa.
Los párrocos de santa María y de san Mateo, gritando airados hasta quedar sus voces roncas:
- ¡Este es el templo de Dios, ralea del demonio! ¡Fuera de aquí!
Y el demonio, si es que tuvo parte y no solo el mal espíritu de algunos hombres, frotándose las manos complacido aquel Viernes Santo de 1893...".
El fin de los alabarderos. Página 195