Cáceres en sus piedras

INÉS PANDURO DIGNA DE COMPASIÓN

 

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En Cáceres, cercana al postigo de santa Ana, Lesmes tenía su casa y la fragua en la que trabajaba duramente. Él, con su mujer Isabel y la hermana menor de esta, Inés Panduro, que, siendo huérfanas, había traído consigo tras su matrimonio, tenían buena vida, despreocupados por los dineros suficientes que daba el oficio. Florecía la villa con nuevos barrios y florecía la forja con nuevos balcones y ventanales que embellecer.

Crecía alegremente Inés, dejando atrás poco a poco su dura infancia. Los mejores días eran los domingos y fiestas de guardar, en los que acudía alegremente a la iglesia de san Juan para asistir a misa, ataviada con falda corta por debajo de la rodilla y pantalón de volantes para abrigar las piernas.

Pero comenzado el año de 1834, de la noche a la mañana le mudó súbitamente el carácter. Se volvió taciturna y comenzó a exhibir conductas y pronunciar ideas extrañas. De todas ellas, llamó pronto la atención de quienes conocían a la otrora buena cristiana el que aborreciera lo sagrado. Y alimentó los chascarrillos de la vetusta villa cierto domingo en que abandonó, durante la liturgia, la iglesia, presa de temblores y negándose a comulgar.

Desde aquel episodio, la sola visión de la cruz le incitaba a terribles voces y palabras soeces que pronto hicieron a todos creer

‘ que el maligno se había apoderado de su cuerpo,

‘ y la tuvieron por endemoniada.

Durante la Semana Santa de finales de marzo de aquel año, el jueves santo a la anochecida cruzó sus pasos de modo inesperado con la procesión de la Vera Cruz, que pasaba por las cercanías. Portaban las imágenes cofrades vestidos con túnicas negras, acompañados de otros que portaban hachas y velas, lo único que dejaban ver sus largos hábitos con cola, apenas iluminados por los faroles pobremente encendidos de las calles.

Con la visión, a Inés le asaltó un espantoso ataque de pánico del que no se repuso hasta pasadas unas horas. Y su mal agravó. Con ello, se colmaron las pocas esperanzas de la familia, que quiso alejarla de la villa de Cáceres, donde todo el mundo murmuraba abiertamente

‘ que la pequeña Panduro estaba maldita.

Encaminó la comitiva hacia la lejana Salvaleón, su villa natal, donde el viejo cura de la iglesia, Blas Francisco Marín esperaba su llegada, avisado y temeroso de la extraordinaria y difícil tarea que tenía por delante. Había de practicarle el exorcismo a una niña que bautizó dieciséis años atrás.

 

* * *

 

Ipse tibi imperat, qui te de supernis coelorum, in inferiora terrae demermegi praecipit – “Te lo ordena aquel que te hizo precipitar desde lo alto de los cielos a las profundidades de la tierra”, fueron las últimas palabras que pronunció el anciano sacerdote antes de poner el cabo de la estola sobre Inés Panduro, sobre el demonio que la devoraba debajo de su piel.

Un terrible grito salió abruptamente desde lo más profundo de la niña, alargado por el eco que retumbó en el templo durante unos instantes.

Un imposible espasmo, que no parecía de criatura humana atada de pies y manos como estaba, amenazó desencajar sus huesos.

Vomitó la maldita.

Vomitó las entrañas, el amargo brebaje de ruda, la hierba de la gracia, que le habían forzado a tomar.

Cuentan que de las arcadas surgía de los energúmenos un vómito negro en que salía envuelto el espíritu maligno, y que abandonando el exhausto cuerpo mancillado, caía sobre las losas de los templos filtrándose hasta el mismo infierno, dejando el solo testimonio de una mancha negruzca en la piedra.

Vomitó la maldita.

Vomitó el demonio.

 

En la villa de Salvaleón, a veintisiete de mayo de mil ochocientos treinta y cuatro. Yo, don Blas Marín Corio, cura propio de la misma, di sepultura a Inés, hija familiar de José Panduro y Josefa Cerro de esta vecindad; se le hizo medio entierro, recibió los santos sacramentos y se obligó a su satisfacción dicho su padre. Para que conste lo firmo.Don Blas Francisco Marín Corio (Anotación en el Libro de Difuntos de la iglesia de santa Marta de Salvaleón).

 

FOTO DE CABECERA: Detalle de la gárgola del palacio de Golfines de Abajo.

 

FUENTES:

HINOJAL SANTOS, JOSÉ LUIS. Magia y superstición en la vieja villa de Cáceres.

HURTADO PÉREZ, PUBLIO. Supersticiones extremeñas.

PAULO V, papa romano. Viejo Rituale Romanum, aprobado en 1614.

ARCHIVO DE LA BIBLIOTECA IX MARQUÉS DE LA ENCOMIENDA (microfilm) Parroquia de santa Marta Virgen de Salvaleón. Libros de bautizados XIII (1810-1818) y de difuntos.

 

José Luis Hinojal Santos

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