Cáceres en sus piedras

ELEGIDA POR LOS DIOSES

 

Hagamos un salto en el tiempo. Un salto de más de dos mil años para encontrarnos en lo alto de una pequeña colina, de suave pendiente salvo en su franco oriental, donde rugen las aguas de un arroyo de aceptable caudal, escarpando la ladera. Es el espacio que hoy cubre la zona intramuros de Cáceres, la vieja villa. Hagamos desaparecer, pues, sus templos, sus palacios y sus casas más humildes, e igualmente la muralla, la actual y aquellas otras sobre las que se levantó orgullosa hace ya ocho siglos.

Nos encontramos en medio de una colina poblada de encinas, alcornoques y vegetación del lugar, con animales, algunos de ellos difícil de creer hoy que deambularan por estos lugares, hace de ello ya muchos siglos. En nuestra visita espaciotemporal, estos animales han huido, porque algo está sucediendo, en uno de los claros que se abren en este bosque, entre algunas peñas.

¡Es el año -34, aproximadamente!

 

 

Vemos a un personaje llamado Cayo Norbano Flaco, procónsul, con toda la legión romana colocada a sus espaldas en formación militar, junto a los estandartes que ondean empujados por una suave brisa. Frente a ellos, un augur, o sacerdote romano, está comprobando los presagios que decidirán si nuestra colina es un lugar elegido por los dioses.

Sus manos manipulan la última y reciente caza, hecha ex profeso para la ceremonia, y está abriendo los animales con la ayuda de un gladius (espada romana de origen celtíbero). Examina sus vísceras. Corazón, hígado, intestinos.

Su forma…

Su color…

Su olor…

Pudiera parecer que solo estaríamos ante un ritual ancestral, mágico; y en parte lo es, pues es heredado de los etruscos y supervive en los romanos por siglos y siglos, desde que el mítico Rómulo oficiara estos mismos ritos para trazar lo que será la Ciudad Eterna. Lo más significativo es que el augur no detecta nada inusual que le lleve a vaticinar malos presagios. Más allá de mitos, ritos y magia, estas entrañas suscitan unas esperadas palabras…

¡Están sanas! Buenas son las aguas y los aires de este lugar -vocifera a todos el sacerdote.

Con ellas nace un nuevo asiento romano, más relevante que los campamentos que la rodean, toda una colonia que simulará, al igual que otras fundaciones, a la ciudad madre de Roma.

¡Un lugar elegido por los dioses!

La segunda de las cinco únicas colonias que los dioses permitirán levantar en ese extenso territorio que el invasor llama Lusitania.

 

Cinco fueron las colonias que Roma fundó en su provincia Lusitania, que ocupaba todas las tierras al sur del Duero hasta el río Guadalquivir, lo que hoy sería la mayor parte de Portugal, la provincia y Extremadura. Por orden de su fundación, estas colonias fueron Metellinensis (Medellín), Norbensis o Norba Caesarina (Cáceres), Augusta Emérita (Mérida), Pax Iulia (la portuguesa Beja) y Scalabis (la también vecina Santarem).

 

Los dioses muestran su agrado por el nacimiento en esta colina de Norba Caesarina. Está naciendo Cáceres.

 

 

En el mismo punto en que está desparramada la sangre, aún caliente, resultante del sacrificio de los animales, el procónsul Cayo Norbano Flaco abre una pequeña fosa circular, el mundus, el centro de todo, el centro de la colonia, un sencillo agujero en el que deposita tierra traída del lugar de procedencia de los fundadores, y sobre la que se edificará un altar consagrado a los dioses. Tierra traída, según la leyenda, de la mismísima y mítica Norba latina, destruida hace décadas por el orgulloso dictador romano Sila, sediento de gloria y poder.

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José Luis Hinojal Santos

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