Cáceres en sus piedras

EL TERREMOTO DE LISBOA

 

La vieja villa de Cáceres ha asistido atribulada, en varias ocasiones, a fenómenos de la naturaleza que se consideraron en su tiempo preludios, cuando no causas directas, de desgracias y desastres apocalípticos, según las sencillas atribuciones que ofrecían las creencias y supersticiones de los lugareños. Cualquier suceso que de forma extraordinaria rompiera la armonía de la naturaleza, o de aquello que era entendido cotidiano en sus vivencias, enseguida la imaginación y la fantasía buscaban explicaciones, muchas de ellas esotéricas y a cual más extravagante, viendo, en la mayoría de los casos, la mano oculta de oscuras y malditas fuerzas.

Así sucedió en la amanecida del 1 de noviembre de 1755, día de Todos los Santos. Un violento temblor procedente de las mismas entrañas de la tierra despertó a los vecinos que aún estuvieran en la fuerza de su sueño, y gentes de toda condición salieron sobresaltadas y temerosas a las calles, sintiendo un pánico inconmensurable por sus casas e, incluso, por sus vidas.

Tres minutos.

¡Una eternidad…!

–  Aquí llegaba a las 10 y 5 minutos de la mañana, en el día de todos Santos, y empezamos a sentir un gran temblor de tierra, cuya grande fuerza duró 3 minutos, uno su principio, y otro su fin. Ha ocasionado el movimiento impetuoso de los más fuertes edificios, algunas aberturas o hiendas de pared, tal cual pequeña ruina en los endebles, y ningún daño en las personas, gracias a Dios. A las dos horas repitió otro pequeño movimiento que duró un minuto – narra asombrado un cacereño ese mismo día, en una carta que aún se conserva.

Se estaba produciendo el terremoto de Lisboa.

 

El terremoto del sábado 1 de noviembre de 1755, día de Todos los Santos, ocurrido a la hora de la misa mayor, causó un enorme impacto en su época ya que produjo varios miles de víctimas en Portugal, España y norte de África y daños económicos muy elevados. Fue sentido en la totalidad de la península Ibérica, así como en algunos lugares del resto de Europa occidental, como la zona sur de Francia o del norte de Italia, y se percibió levemente en Hamburgo, aunque en muchas otras zonas del continente, e incluso de América, se observaron fenómenos asociados, como la alteración de las aguas en calma. Debido a que fue en la ciudad de Lisboa donde ocasionó los mayores daños, a causa sobre todo del incendio que se generó, este gran seísmo ha venido en denominarse como el terremoto de Lisboa, a pesar de estar su epicentro situado en el océano Atlántico, a una distancia de varios cientos de kilómetros. Extracto de “Los efectos en España del terremoto de Lisboa”, de José Manuel Martínez Solares.

 

Los más fuertes edificios de la villa soportaron la embestida de éste y de otros muchos seísmos que le siguieron durante aquel mes de noviembre, y que se hicieron sentir en prácticamente toda la península, pero de más infausto recuerdo en la capital portuguesa, totalmente arruinada, y en otros lugares como Cádiz, que fue engullida por un impresionante tsunami. En la vecina Coria murieron veintiuna personas por el derrumbe de muros de su catedral.

En la villa de Cáceres, los palacios y templos sufrieron algunas aberturas en sus paredes, y rastros de estas grietas todavía pueden adivinarse en sus muros en recuerdo de aquel funesto fin de año de 1755. Queda memoria del temblor a los pies de la torre de la iglesia de Santiago, que hubo de fortalecerlos tiempo después por el riesgo de desplome, tal como reza una inscripción que dejó testimonio del apuntalamiento…

 

Esta torre se edificó a gloria de Dios

Omnipotente y a honra del glorioso apostol

pater …  Santiago. Se reparó en 1768

(transcripción libre del autor)

 

…como igualmente en el crucifijo que corona la iglesia que la orden de los jesuitas estaba terminando de levantar en el propio corazón del intramuro, ladeado por el empuje sísmico.

La peor parte de estas construcciones más sólidas se la llevó el monasterio de san Francisco, pues hubieron de añadirse contrafuertes a los arcos del claustro, una de cuyas alas se desplomó completamente, de lo que se salvaron los frailes que se encontraban rezando en el interior del templo.

Las moradas humildes sufrieron más, y algunas quedaron en una ruina silenciada por el tiempo. Se tienen escasas noticias de que algunas de las construcciones que por aquel entonces circundaban la plaza Mayor, no soportaron los sucesivos temblores de tierra, y se vinieron abajo. Así sucedió con la casa de la Hermandad y Cofradía de nuestro señor san Jorge, enclavada en la dicha plaza a la salida de la calle Zapatería (hoy de Gabriel y Galán), la cual se mandó demoler a causa del terremoto por la Justicia Real, quedando el solar exento durante mucho años.

Las fuentes del arroyo de la Madre, o del Marco, incrementaron su caudal, como consecuencia de los movimientos, y las aguas se enturbiaron, advirtiéndose extraordinarios efectos en los minerales que bajaban con ellas.

Aunque el temblor de tierra experimentado en nuestra villa y Partido el día primero de este mes no ha sobrevenido especial ruina ni desgracia, he dispuesto general registro de todas las casas y edificios que están reconociendo los Maestros alarifes, para que en aquello que adviertan quebrantamiento que pueda suceder ruina se apliquen sin división los reparos correspondientes – escribió el corregidor don Juan Francisco de Lariz Olaeta al gobernador del Consejo de Castilla, el 15 de noviembre.

Al terror inicial causado por el violento temblor y su duración, pronto circularon noticias traídas por las gentes que se habían levantado de madrugada para acudir a los campos de alrededor de la villa. Decían haber sido testigos de extraños fenómenos que se habían producido en el cielo nocturno, sobre las tres o cuatro de la noche, que consideraron que eran el presagio de la muerte y destrucción que iba a producirse.

De todos ellos, lo que más sobresaltó a los labradores y ganaderos cacereños fue haber visto en dicho cielo, hacia la parte de Levante, surgir de la nada lo que parecía un fenomenal cohete que se convirtió en una estrella, y durante un cuarto de hora estuvo escupiendo serpientes de fuego de poderoso tamaño, que se retorcían por toda la esfera celeste, provocando mucho espanto cuando una de ellas se acercaba a tierra en medio de un espeso humo.

Hoy se sabe, y aún no se ha dado una respuesta aceptada al fenómeno, que, con relativa frecuencia, los temblores de tierra son precedidos por las llamadas Luces de Terremoto, especialmente visibles durante las noches. Son conocidas desde escritos de la antigua Grecia, y hasta tiempo recientes eran fruto de muchos mitos y supersticiones relacionados con malos augurios, a falta de otra explicación.

Y estos mitos y supersticiones sirvieron de base a las creencias y miedos que se propagaron por las calles de la villa de Cáceres, y que el entonces Corregidor, don Juan Francisco de Lariz Olaeta, hizo llegar al rey Fernando VI y al Consejo Supremo de Castilla a través de una carta.

Fueron semanas muy duras hasta que la tierra descansó.

El recuerdo del terremoto pervivió durante mucho tiempo, mientras el pueblo, desconsolado y temeroso, creyó en los malos presagios que parecían confirmar los continuos y fuertes temblores que siguieron a aquel primero del día de Todos los Santos, relatando, cada vez más exagerada y fantasiosamente, los rayos de muerte y las culebras de fuego que lo habían precedido. Abandonó su suerte a la acción divina, cuyo favor solicitaron en las colectivas rogativas que se celebraron mientras duró, y bastante después, el espanto.

 

FOTO DE CABECERA: Grabado del terremoto de Lisboa de 1755.

 

FUENTES:

MARTÍNEZ SOLARES, JOSÉ MANUEL. Los efectos en España del terremoto de Lisboa (1 de noviembre de 1755).

SANGUINO MICHEL, JUAN. Notas referentes a Cáceres.

 

José Luis Hinojal Santos

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