Cáceres en sus piedras

LOS EXORCISMOS DEL CONVENTO DE SAN BENITO

 

El antiguo cenobio de San Benito es una ermita situada en la sierra de los Alcores. Queda en el recuerdo que fue lugar de peregrinación y centro de fe hace siglos, al que acudían gentes de todos los lugares, incluso de la lejana Andalucía y del reino de Portugal, llamadas por los numerosos milagros que se prodigaron en el templo benedictino.

Entre todos los prodigios de los que se tuvieron noticias, destacaron los exorcismos que se practicaron entre sus muros, en los que la sola presencia de la imagen del santo era suficiente para rendir los demonios y otros hechizos malignos.

El primero de los que se tiene noticia sucedió en 1530, con la venida de una niña endemoniada, Isabel de Orellana, procedente de la villa de Búrdalo, hoy Villamesías, cuyos padres recorrieron las diez leguas que separaban su lugar del de Cáceres, con la esperanza de redimir a su hija y ahuyentar al demonio que habitaba en su interior.

Cuentan que, estando en la ermita de San Benito, el padre comenzó a enumerar a viva voz las iglesias a las que pensaba acudir si la infeliz no curaba, hasta un total de doce. Y estando en ello, el diablo, molesto, se le encaró con sorna:

¡Cuéntalas, cuéntalas, que tantas son! – se escuchó desde lo más profundo de la energúmena.

Hirientes palabras que terminaron por enloquecer al progenitor. Agarrándola por las manos, llevó a la pequeña a rastras ante los pies de la imagen de san Benito el Viejo y allí la obligó a postrarse de rodillas sobre unas almohadas. La mantuvo así, en humillación, mientras le sujetaba con fuerza por las muñecas.

Al cabo de un tiempo, que se hizo interminable, dio señal finalmente el demonio, que, rendido, salió por la boca de Isabel en forma de una blanca, que, para testimonio de lo sucedido, se fijó con un clavo en la puerta de la iglesia.

 

La blanca era una moneda de escaso valor que circulaba aquellos años en España. Se denominaba así por el blanqueo especial a que se la sometía tras acuñarse, dándole un color parecido a la plata. Su uso era más propio de gentes de pocos recursos, y tener estas monedas era casi sinónimo de ser pobre. Por este motivo, empezó a circular el dicho, vigente aún hoy, de “no tener ni blanca” o “estar sin blanca”, para señalar que no se tenía dinero.

 

Igual final deparó a una tal Juana Vivas, vecina del Casar. Sospechando la familia que la poseía el mismísimo demonio, la obligaron a acudir a la romería de san Benito un 5 de enero de 1533. Para el camino la tuvieron que llevar metida en una jaula tirada por carro, tal era la agresividad que mostraba y los gritos que profería. Dentro de la ermita, entre los que estaban, la arrojaron al altar, donde la sujetaron atándole los pulgares de las manos y de los pies. El ritual duró horas, hasta que finalmente cedió el maligno que, haciendo cosas extrañas, y lamentando la abogacía del santo en el suceso, salió del cuerpo de la mujer, expulsando tres blancas melladas, pues no uno sino tres eran los demonios que la tenían poseída.

 

FOTO DE CABECERA. Portada de la Iglesia de San Benito de Cáceres, antiguo convento benedictino.

 

FUENTES:

BOXOYO, SIMÓN BENITO. Noticias históricas de la M.N. Y L.Vª de Cáceres, provincia de Extremadura. Monumentos de la antigüedad que conserva.

HINOJAL SANTOS, JOSÉ LUIS. Magia y superstición en la vieja villa de Cáceres.

MECOLAETA, FRAY DIEGO. Vida y Milagros del Glorioso Patriarca de los monges San Benito, con notas, observaciones y discursos del P. Fr. Diego Mecolaeta, Benedictino.

PARRA TALAVERO, JOSÉ MARÍA. Ermita de san Benito de Cáceres (antecedentes histórico-artísticos).

 

José Luis Hinojal Santos

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