La ermita de la Paz está erigida sobre los restos de otra anterior, dedicada a san Benito, que a comienzos del siglo XVIII estaba arruinada.
Acerca de la presencia de esta advocación en la villa de Cáceres, historia y leyenda entrelazan los hilos de sus relatos alrededor de la figura de un beato llamado Lázaro Laso.
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La historia…
…nos cuenta la llegada del santero acompañado de una representación de la virgen de la Paz, al que podía escuchársele sus prédicas cerca del portal de los Escribanos, en la plaza de la Villa. Pronto se convirtió en una escena más del Cáceres dieciochesco, tal es así que a la litografía se la encontró acomodo en una de las paredes de aquel sitio, quedando fija como si fuera una ermita al aire libre.
La advocación a esta virgen se remonta a los tiempos del rey Alfonso VI de Castilla, allá por el año 1085. Por intercesión de la “Madre de Dios”, un día 24 de enero logró aplacarse de manera milagrosa una potencialmente sangrienta sublevación morisca en la entonces capital castellana, Toledo.
La devoción creció rápido y, a los pocos años, el portal de los Escribanos se cerró con una reja adornada con ramos. El motivo fue que, en el mismo lugar, se reunía uno de los mentideros más concurridos de la villa, y muchos se sentaban a holgazanear la tarde en un banco que se hallaba cerca de la imagen. Quien se sentaba en él debía necesariamente darle la espalda a la virgen, lo que muchos creyeron que era un acto irreverente.
El espacio circundado por la verja resultó insuficiente para la multitud que acudía allí a rezar, por lo que se solicitó al Ayuntamiento un templo en el que adecuar y adecentar mejor el culto.
¡Y ahí estaba el ruinoso estado en que se hallaba la antigua ermita de san Benito! Se derribó lo poco que de ella quedaba en pie y sobre su solar se construyó la actual dedicada a Nuestra Señora de la Paz.
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La leyenda…
…nos cuenta que Lázaro Laso fue un cacereño sensible a los actos inmorales y continuos enfrentamientos que, cada vez con mayor frecuencia, tenían como escenario la plaza de la Villa. Devoto de la Virgen, construyó por sí mismo un santuario dedicado a su culto.
Cuando terminó su obra, colocó en el altar la imagen de la santísima, a la que imploró que mediase para dar fin a tanto escándalo. La virgen le escuchó, y en poco tiempo transformó en un recinto de paz lo que antes era lugar de banderías.
Alborotos y otras indecencias que no se comentan hubo en los primeros tiempos de esta ermita, hasta el punto de que, en el año 1751, se decidió cerrar el pórtico de la entrada con la artística reja que hoy podemos disfrutar. Con ella se evitó lo que era lugar de encuentro de maleantes, que a su sombra cometían cosas indignas de ser nombradas.
“En 1751 observóse que el pórtico alzado ante la ermita, con sus tres arcos abiertos, se había convertido durante el día en lugar de reunión de jugadores, siendo por la noche refugio de maleantes de ambos sexos, ‘que toman tabaco y cometen cosas indignas de nombrarlas’. A fin de impedir tales ‘juegos e indecencias’, se acordó cerrar los tres arcos”. Extracto de “La cofradía de Nuestra Señora de la Paz”, de Miguel Muñoz de San Pedro.
En el antiguo enclave del portal de los Escribanos, en lugar de la primitiva imagen se expuso, desde 1714, un cuadro que representaba a la Virgen. Esta primera pintura fue sustituida en 1869 por otra del pintor extremeño Rafael Lucenqui, cuyo original hoy lo podemos disfrutar en el Museo de Cáceres, sustituyéndola una copia en el sitio tradicional; copia que, cual si fuera el río Guadiana, una veces está y otras no se sabe dónde para.
Esta obra de Lucenqui gozó de estima entre los cacereños, que comenzaron a llamarla como Virgen de los Portales. Pronto se convirtió en tradición el que las embarazadas pusieran velas a los pies de la pintura, pues ello garantizaría un buen parto y el nacimiento de un niño sano, de ahí que recibiera el nombre popular definitivo de Virgen del Buen Parto.
FOTO DE CABECERA: Virgen del Buen Parto, obra de Lucenqui.
FUENTES:
HINOJAL SANTOS, JOSÉ LUIS. Historias y leyendas de la vieja villa de Cáceres.
MUÑOZ DE SAN PEDRO, MIGUEL. La cofradía cacereña de Nuestra Señora de la Paz.
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