Permitid que me presente. Sabéis de mí aunque poco se recuerde mi paso por esta vieja villa. No es mi estilo darme a conocer por nombre alguno y quizá por ello tenga varios, así que cuando descubráis mi juego, llamadme como mejor os plazca si tal os hace felices.
Estuve rondando Cáceres durante los lejanos y añorados siglos XVI y XVII, a sus gentes, sencillas y humildes la mayoría. Sus vidas y su mundo se hallaban rodeados de sabor a magia y a superstición, y algunos entendieron que sus experiencias tenían sentido con mi extraña y sugerente presencia.
Yo fui quien maldecí por boca de la pequeña Isabel González, aquel 1532. Retorcí su cuerpo haciendo con él bellas e inverosímiles torsiones para complacer mi ánimo, mientras profería palabras malsanas, ¡dignas de ser de nuevo oídas!, a sus padres cuando derramaron aquella maldita agua sobre mi tierna posesión.
¡Pobres e insignificantes desgraciados!
¿Acaso pensaron que con palmas y ramos esparcidos por la habitación lograrían separarme de su hija?
En el altar del convento de san Benito abandoné el bello despojo en que la había transformado, pues no merezco ser recibido con malas maneras y que se me lleve donde no hay cortesía. ¡Allá donde se imaginaran un trato mejor se pudran!
* * *
Sujeté la soga que hacía doblar las campanas del monasterio de san Francisco, cuando allí acudía fray Juan de Torres todos los maitines para hacerlas sonar. Le azotaba hasta hacer sangrar sus carnes, lamentando de él que no lo agradeciera siquiera con alguna queja que me sirviera de alimento. ¡Cuán fuerte y soberbio es el arrepentimiento, que lacera el alma y el cuerpo si con ello encuentra el perdón de los pecados! Y fueron tales y tan grandes que soportó mi diario disfrute y buscó luego la paz de su espíritu en la clemencia del emperador Carlos I, que, por demás,
‘ gustaba de guiarse de mi mano.
* * *
Desnudé mi cuerpo y me ofrecí en toda mi lascivia aprovechando la soledad y los íntimos y tórridos deseos de sor Mariana de la Presentación. Salí una noche de las mismas losas del templo del convento de santa Clara, y con el cráneo de una de las once mil vírgenes como testigo
‘ me ofrecí a ella
‘ y baile para ella
‘ la más secreta y ardiente danza de la invitación a satisfacer la carne.
¡No fui yo quien la conminó a una vida de penitencia y mortificaciones para que despreciase mi aviso! ¡No fui yo quien le exigió que expulsara con dolor por la boca de la madre un sangrante corazón de piedra para insuflar el ego de su amado Jesús!
* * *
Y, por último, mi más bella obra en la villa de Cáceres…
Envenené de lujuria las notas que salían del roce armónico de las manos de aquella monja, cuyo nombre nadie recuerda, tañendo el pequeño y viejo arpa del convento de la Concepción. Domingo tras domingo, más y más gente acudía complacida al templo,
¡Y me ofrecían gustosos un momento de sus vidas!
Y sus almas si fuera el caso… mientras se entregaban apasionados a una incontrolable orgía cuando mi música iniciaba su dulce y sugestiva melodía.
¿Acaso no eran felices?
¿Lo era la patética y maltrecha sor Juana de la Madre de Dios, por prohibir a sus hermanas músicas que volvieran a tocar para la villa? Mil veces se vaya con su amado y exigente Señor.
FOTO DE CABECERA: Detalle de la portada de la iglesia de san Mateo.
INSPIRACIÓN:
THE ROLLING STONES. Sympathy for the devil (Jagger-Richards).
FUENTES:
Sobre Isabel González:
MECOLAETA, DIEGO. Vida y milagros del glorioso padre de los monges san Benito. 1733
Isabel González, hija de Pero Martín Florencio y de María Vara, vecinos de Cáceres, estando poseída del demonio la trajeron sus padres a la ermita del señor san Benito, confiando en el santo, que por su intercesión había de quedar sana. Fue cosa maravillosa: que estando en la iglesia de dicho santo, se despidió el demonio de la poseída y dio por señal dos agujetas que echó por la boca, y una moneda blanca que está fijada en la puerta de la iglesia del señor san Benito. Y después la dicha moza estuvo sana de las ilusiones que este rebelde espíritu suele causar, viéndose desposeído de la posesa que tiránicamente ocupaba. Sucedió año de 1532.
Sobre fray Juan de Torres:
SANTA CRUZ, fray JOSEPH DE. Chronica de la santa provincia de san Miguel de la orden de nuestro seráfico padre Francisco. 1671
Iba fray Juan una noche a tocar a Maitines y el espíritu malo, asiendo de la soga se la tiró con tan gran estruendo que pareció caer la campana. Quedó algo asustado y encomendándose a Dios pasó la ilusión y el susto. Tanto y tantas veces dio en perseguir el demonio a este siervo de Dios, así novicio como profesó, que ya el perseguido le había perdido el miedo y hacía tan poco caso de sus acometimientos que alguna vez se le oyó decir que más temía a un mastín del ganado que al demonio…
Sobre sor Mariana de la Presentación:
VARIOS AUTORES. Sagradas declamaciones funebres panegyricas de sor Mariana de la Presentación. 1751
Otra vez se le apareció el demonio en la celda, en figura de una sierpe tan disforme, que queriendo hacer la rosca, en toda la celda no cabía, y levantaba la cola y cabeza como para tragarla. En otra ocasión estando en el Coro vio una sepultura abierta, y que saliendo una figura de hombre desnudo se fue hacia ella; dióle gran horror, porque su gran pureza aborrecía la deshonestidad. Y clamando a María Santísima de la Concepción, se volvió a entrar aquel monstruo por donde había salido, y cerróse la sepultura con el mismo.
Sobre las monjas músicas:
ESCALÓN, ALONSO DE. Historia miscelánea de la vida de la madre sor Juana de la Madre de Dios. 1691
Vinieron, pues, al convento, dos doncellas virtuosas y hermanas de la ciudad de Salamanca, una muy diestra en el arpa y canto y de más suave que ordinaria voz; la otra de buena voz y ejercitada en el órgano… fueron las dos muy aplaudidas, y había siempre que cantaban grandes concursos en la iglesia, que con ser harto capaz se llenaba algunas veces hasta la calle… Así corrían las cosas de las músicas cuando se supo que la suavidad de la voz y destreza del arpa ocasionaban en los oyentes efectos muy impuros, sin reserva de sexo ni aún estado… había asistencia del demonio en las dos hermanas, halló el discurso lugar para pensar acompañaba la voz su iniqua virtud y la modificaba de modo que pudiese hacer tales efectos.
HINOJAL SANTOS, JOSÉ LUIS. Magia y superstición en la vieja villa de Cáceres.
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