Cuatro gárgolas demandan su protagonismo en la fachada del palacio de la Isla. La más conocida (o llamativa) de ellas es, sin duda, aquella que representa la escena de una mujer masturbándose y en lo que parece pleno éxtasis. Quizá fuera mejor candidata para una entrada en este blog… Pero lejos de la sorpresa inicial que produce su descubrimiento, y con el parecer de que no es la única gárgola onanista de Cáceres, mi deseo es que mis pensamientos deambulen por la que sobresale en el extremo opuesto de la fachada de la casa. Y por ello, voy con esta otra.
Quizá represente un sátiro, por su cuerpo mitad humano mitad bestia (¿una cabra?).
Para los antiguos griegos el sátiro era una criatura inútil y ociosa que formaba parte del cortejo del dios Dioniso. En la Edad Media, la Iglesia convertirá su imagen, entre otras criaturas de la mitología pagana, en un símbolo del pecado y, dado su aspecto, en representación de los demonios.
Es a partir del Renacimiento cuando esta visión negativa va derivando a una más centrada en relacionar el sátiro con la lujuria. Y es bajo esta perspectiva donde situamos nuestra protagonista como uno de los símbolos en piedra que reflejaban los miedos y las precauciones que aquejaban a quienes levantaron el palacio de la Isla en el siglo XVI, porque…
quizá,
el sátiro se uniría al célebre saliente onanista del otro extremo, y a las otras dos centrales que simbolizan la pureza del león y la renovada fe del águila, en un programa icónico destinado a proteger a los moradores,
‘ del pecado capital de la lujuria,
‘ la bestialidad del vicio a los ojos condenatorios de la Iglesia
‘ o la hipocresía de quien pretende disimular sus bajos instintos.
La lujuria es el triunfo de los impulsos naturales y la encarnación más evidente de los deseos del demonio, y con estas representaciones, en las que se reflejan asimismo muecas de dolor y sufrimiento, los nobles quisieron alejar la tentación de su hogar.
Quizá
‘ porque la tentación de su hogar no estaba lejos, pues en aquel siglo, en las traseras del palacio se situaban varios lupanares en lo que se llamaba calle de la Mancebía (hoy calle de la Cruz), siguiendo los deseos y órdenes de la reina Isabel I la Católica de que las mujeres del pecado ejercieran su oficio en las afueras de la población.
FOTO DE CABECERA: Gárgola del extremo superior derecho de la fachada del palacio de la Isla.
FUENTES:
caceresaldetalle.blogspot.com
CALLE CALLE, FRANCISCO VICENTE. Gárgolas de la provincia de Cáceres.
ELVIRA BARBA, MIGUEL ÁNGEL. Arte y mito. Manual de iconografía clásica.
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