En un paseo pausado por la zona monumental de Cáceres podemos admirar multitud de símbolos cincelados en sus piedras. Muchos de ellos tienen un papel protector frente a los miedos que alimentaban las creencias y las supersticiones de los cacereños de siglos pasados, y que explicaban, o pretendían hacerlo, los sucesos más extraños y extraordinarios a los que cotidianamente debían enfrentarse.
De entre estos símbolos quiero destacar unas cruces especiales que podemos admirar en las jambas (o laterales) de las puertas de algunos palacios y casas de la zona intramuros, y que comenzaremos por llamarlas cruces apotropaicas. Son especialmente llamativas y fascinantes las del palacio de los Golfines de Arriba (foto de cabecera), pero se pueden descubrir repartidas por doquier.
Por apotropaico debemos entender que tienen una función mágica y supersticiosa. El motivo de su presencia es la necesidad que tenían los moradores de las casas en las que aparecen, de protegerse del aojamiento, del mal y, en definitiva, de las fuerzas sobrenaturales, espíritus o demonios. Constituían estas cruces, pues, una línea de combate frente a lo desconocido y lo oculto, impidiendo que la desgracia o el omnipresente temor al mal de ojo pudieran entrar dentro del hogar y amenazar terriblemente la seguridad y la propia vida de los de dentro.
Las cruces de este tipo que se pueden apreciar hoy día suelen presentarse en pareja: una mayor, a media altura, y otra, un poco más modesta, a los pies; siempre en el lado izquierdo de las puertas, por ser el considerado más tenebroso y vinculado precisamente a la figura del demonio. Dos, porque así reforzaban su objetivo de detente del mal y porque se solicitaba, en su cercanía, que los que pasaran por delante de estas casas, no ya se santiguaran, sino que se persignaran.
A diferencia de la santiguación por todos conocida, la persignación era (y es) un ritual cristiano en el que se señalizaba la cruz en diversas partes del cuerpo antes de santiguarse; un añadido de protección contra los enemigos del bien que representaba la fe cristiana: con el dedo pulgar haciendo cruceta con el índice, se hacía la sagrada señal primero en la frente (para alejar los malos pensamientos), luego alrededor de la boca (para librarnos de las malas palabras) y, en tercer lugar, en el pecho (para impedir los malos actos), al tiempo que se recitaba: “Por la señal de la Santa Cruz, de nuestros enemigos libranos Señor, mi Dios”.
Y con el símbolo de las dos cruces y la fórmula religiosa para expulsar o alejar a los enemigos, el hogar estaba protegido. Pero no solo de aquellas fuerzas sobrenaturales, sino también de otras naturales y menos extraordinarias, como de las malas tormentas, los vientos huracanados o las temibles putaviejas.
Esto de las putaviejas es el nombre que se le daba a los remolinos de polvo que se formaban (y siguen formando) en lugares de tierra seca y que antiguamente también surgían de improviso en unas poblaciones cuyas calles no estaban aún empedradas, como la vieja villa de Cáceres. Llevaban la desgracia a su paso, según creían las gentes, y era necesario impedir que golpeasen los muros de las casas o entrasen por puertas o ventanas, porque eran secuaces naturales del demonio o de las brujas. Ante estas voltaneras, la primera línea de defensa lo constituía hacer aquella cruceta de dedos, a modo de talismán.
FOTO DE CABECERA: Cruces en el lateral de la puerta del palacio de los Golfines de Arriba.
FUENTES:
BELDA NAVARRO, CRISTÓBAL. Signatio nubium. Conjuros y campanas, ritual y magia en la catedral de Murcia.
CRUZ SÁNCHEZ, PEDRO JAVIER. Tesis doctoral Análisis y significado de la Cruz en la cultura popular del occidente salmantino: el Abadengo.
Blog online caceresaldetalle.blogspot.com
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