El comienzo del siglo XVI fue muy duro en la villa de Cáceres. Las cosechas eran insuficientes para las necesidades de la población debido a un periodo de pertinaz sequía que parecía presagiar, en la mente de los agoreros, la esterilización de los campos de su entorno. A la consiguiente hambruna se le unió un formidable brote de peste los años 1506 a 1508, que llevó a muchas personas a los camposantos de las iglesias; y no sólo gente del pueblo, también a nobles y ricos hombres, que se presumían mejor protegidas y con mayores posibilidades de aislarse del contagio. En este escenario, la vida pretendía seguir su difícil camino en espera de tiempos más propicios…
Don Francisco de Ovando era conocido en la villa como el Rico, por su inmensa fortuna y la abundancia de sus bienes, que heredó por ser el único varón legítimo que sobrevivió a su padre. De su matrimonio tuvo cinco hijos, de los que tres fueron varones, siendo el tercero de ellos don Cosme de Ovando, que es de quien va esta historia, o leyenda.

Se cuenta que lo extraño de su nombre, Cosme, le vino por haber nacido durante los años de la peste, sobre 1507, de la que se salvó por las continuas plegarias y votos que sus padres hicieron a san Cosme, santo de quien habían oído historias de los milagros que, junto a su hermano gemelo san Damián, obró en enfermos desahuciados. Pese a ser el tercero de los varones, y por tanto sin los privilegios que la nobleza de su linaje confería a los primogénitos, fue el preferido de Francisco el Rico, y por este motivo, el padre se las compuso para que Cosme fuera la cabeza principal del apellido.
Y como una de las obligaciones de los antiguos linajes nobles era su perpetuación, Cosme de Ovando debió tomarse este asunto muy en serio, pues tan pronto casó con doña Beatriz de Paredes, empezó a sumar año tras año un nuevo miembro a su numerosa prole. Hasta dieciséis tuvo en apenas veinte años, y alguno más hubiera entrado en la cuenta si no es por la muerte de doña Beatriz por causa del parto del último de ellos.
Cosme estuvo implicado en el asesinato de su hermano de padre Antonio de Ovando, tenido fuera del matrimonio pero reconocido por Francisco el Rico. A Antonio de Ovando lo fueron a ajusticiar, no se sabe bien el motivo, el dicho Cosme acompañado de otros parientes y de Jerónimo de Paredes y sus criados, al parecer, autor material éste último del crimen. Para burlar la acción del Alcalde de Corte de Su Majestad, Paredes tomó hábitos, haciéndose clérigo de órdenes menores, por lo que el Arzobispo de Granada medió para que fuera liberado de toda culpa. El resto de participantes, salvo nuestro personaje, quien gozaba de una posición social inalcanzable para la justicia, fueron condenados con pena de destierro.
Sobre el citado Cosme circuló en su tiempo una leyenda, para maravillar a quien la escuchara, sobre la extraordinaria capacidad de él y su esposa de engendrar vástagos en cuanto la naturaleza permitía la fecundidad tras el nacimiento de un hijo.
Se cuenta que un día pasó por la villa de Cáceres un rey moro llamado Muley Buaçon, que lo era del reino de Vélez, en las lejanas tierras del norte de África. Venía de camino procedente de Flandes, donde se había entrevistado sin éxito con el emperador Carlos I, con el fin de recabar su ayuda para recuperar el trono del que había sido desalojado un tío suyo a manos del Xarife.
Aunque de otra religión, y por tanto infiel, rey era, o al menos guardaba derechos sobre un lejano y desconocido reino, del que nadie en la villa había oído hablar. Enterada la nobleza local de la visita, acudieron prestos todos los caballeros a presentar sus respetos, movidos, asimismo, por la curiosidad y por el deseo de conocer noticias de otras tierras.

Ente unos temas y otros, terció la conversación sobre la costumbre musulmana de tomar varias mujeres con las que garantizar numerosa descendencia, de lo que se jactaba el invitado, que parecía menospreciar, por este asunto, la cristiana de poseer una sola mujer, lo que impedía tal misión.
En esto, se anunció la llegada de Cosme de Ovando para participar en la recepción, y viéndole llegar, uno de los nobles cacereños se dirigió oportunamente al rey Muley Buaçon, a quien dijo:
– Este nuestro pariente ha llegado a tener de una sola mujer legítima, según el sacramento de nuestra ley, dieciséis hijos, que el último de los diecisiete aún no ha nacido, y él apenas pasa de cuarenta años y su mujer de treinta.
Fray José de Santa Cruz, al recoger esta historia en su Crónica, pone en boca del caballero un hijo más del que no se tiene noticia, pues fueron dieciséis y no diecisiete los hijos de Cosme de Ovando y de Beatriz de Paredes.
Tal ejemplo le pareció al musulmán un prodigio, y aún llevaba la sorpresa acuñada en su rostro cuando al día siguiente prosiguió camino hacia el vecino reino de Portugal, donde, por cierto, tampoco logró su propósito de recibir socorro en su demanda.
FUENTES:
MAYORALGO Y LODO, JOSÉ MIGUEL DE. La casa de Ovando (estudio histórico-genealógico).
SANTA CRUZ, fray JOSÉ DE. Chronica de la Santa Provincia de San Miguel, de la Orden de Nuestro seráfico padre Francisco.
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