Cuenta Suárez de Ribera, médico de Cáceres por los años veinte del siglo XVIII, cierto episodio que sucedió a un vecino de la villa cuyo nombre procuró no dejarlo anotado y, por ello, no se tiene más noticia de él.
Habiendo empezado el sujeto a sangrar copiosamente de la nariz, se resistió a cuantos remedios dispusieron los médicos que le asistieron, entre los que no se encontraba el cronista referido, si bien supo del caso y, por lo insólito del mismo, lo dejó escrito. El flujo no cesaba y temieron que, de proseguir, terminaría por debilitar al paciente hasta el extremo de fallecer, tal era el caudal que se iba perdiendo ante la impotencia de cuantos trataban de evitarlo, sin atisbar siquiera a conocer causa cierta que lo alimentase.
Alguien se acordó, ante la sospecha de un fatal desenlace, de que a la villa había llegado recientemente, por gracia de un comerciante portugués, una especie de amuleto de un material que había mostrado ser, en los territorios españoles de Filipinas, un remedio extraordinario, muy estimado por los indígenas, y luego por los conquistadores hispanos, por sus grandes virtudes contra los frecuentes casos de flujos de sangre (léase hemorragias) y almorranas que se daban en tales tierras: ¡las cuentas del pez mujer!
– ¡Remedio de hechiceras y curanderas! – se asombraron los presentes.

Del llamado pez mujer se contaban fabulosas historias, según las cuales este nombre, dado por los españoles al dugong, se debía a que tenía los pechos y las vergüenzas como las mujeres, y en sacándolo del agua lo primero que hacía era cubrirse los tales pechos con dos grandes escamas, dispuesto a perder la vida antes que dejar verlos. Los portugueses, que comerciaban con sus esqueletos, decían poner especial cuidado en sus territorios en que los esclavos no tuvieran cópula con estos peces, pues apercibían que muchos iban al río para dicho efecto como si fueran a casa pública.
Entre la gran variedad de pezes, que se hallan en estos rios, lagunas y mares, se dà por proprio, y particular, el que llaman Duyon los Naturales, y Pez muger los españoles… por la particularidad del sexo, y figura de todo el cuerpo, que dicen ser semejante al del hombre, y la muger; ya confiessa, que le viò, aunque comiò su carne, y le pareciò Puerco gordo, y fresco al comerle. Lo cierto es, que solo se asimila à la muger, y al hombre en los sexos, y en los pechos, à donde la hembra cria, y abriga à sus hijuelos, como cariñosa Madre; pero en lo demàs son Pezes, cuyas señas son bien irregulares.Extraído de la obra referenciada de fray Juan Francisco de San Antonio.En la actualidad, el nombre de este pez sirenio es Dugong (nota del autor).
Con el espinazo se hacían en aquella época rosarios y otras sortijas, y, en lo que viene al caso, las llamadas Quentas del Pez Muger, amuletos fabricados con costillas y otros huesos de estos animales, muy caros y difíciles de obtener, pero que en la villa de Cáceres al menos se llegó a guardar noticia del que trata esta breve historia, que continuamos…
Para evitar la acción de los tribunales del Protomedicato o una denuncia ante la Inquisición, en lugar de acudir a hechiceras, curanderas u otros sanadores de cuestionado oficio, se buscó buena ocasión en un cirujano que trajera y aplicase las dichas cuentas. Los cirujanos, junto a los médicos, eran gentes de estudios que ejercían su profesión de manera oficial y plenamente aceptados y validados por ambas instituciones.
Personado el citado, quizá no muy crédulo y peor informado en las virtudes del fetiche, con la asistencia e ignorancia de los propios parientes que le acompañaban en la habitación, no se hizo previamente cargo de cuál sería el lugar apropiado del cuerpo del enfermo donde colocarlo. Dictaminó entonces, para no menoscabar sus conocimientos ante quienes le rodeaban, que se aplicasen las cuentas en un brazo…
…con tan mala fortuna, que el recurso hizo tan copioso el caudal de sangre a las partes superiores, que en menos tiempo del esperado quitó la vida al desgraciado paciente.
– ¡Si lo hubiese puesto en alguna pierna…! – diría una curandera de la época.
Más no se supo del amuleto.
FUENTES:
HINOJAL SANTOS, JOSÉ LUIS. Magia y superstición en la vieja villa de Cáceres.
SAN ANTONIO, Fray JUAN DE. Chrónicas de la apostólica provincia de S. Gregorio de religiosos descalzos de N. S. P. S. Francisco en las Islas Philipinas, China, Japón, etc.
SUÁREZ DE RIBERA, FRANCISCO. Medicina Ilustrada, chymica observada, o theatros pharmacologicos, medico practicos, chymico-galenicos. Theatro Segundo.
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