Cáceres en sus piedras

EPIDEMIAS Y LA VIRGEN DE LA MONTAÑA

 

En 1665 hubo en la villa un fuerte contagio de peste. El brote provino de veinticinco soldados, de un tercio de esguízaros, soldados de infantería, que entró en la población en julio, de retorno del desastre español en la batalla de Villaviciosa, en que resultaron victoriosos los portugueses, camino de su independencia del reino de España.

Previendo males mayores, el entonces médico principal de Cáceres, don Bartolomé Sánchez, ordenó el inmediato ingreso de los veinticinco infectados en el hospital de la Piedad, convertido luego en la Real Audiencia de Extremadura, y administrarles la extremaunción, así como solicitar el cierre de las puertas de la Consolación y de Barrionuevo, de acceso a la población, no tanto para impedir la entrada sino para evitar la salida de los propios.

 

Templete del Santuario de la virgen de la Montaña. Antigua postal

 

Estas medidas, no obstante, no impidieron que finalmente se contagiaran casi todos los vecinos y murieran más de cuatrocientos en aquel año, librándose sólo las monjas y los dominicos, que decidieron no salir de sus respectivos claustros para auxiliar a los apestados. La tropa también mermó, como era de esperar, segando la peste la vida de 438 de los soldados que habían sido alojados en el Camino Llano y en los aledaños de la ermita de san Antón, en el época conocida como de san Antonio de los Escambrones.

¿Cómo se paró la mortal epidemia?

Las creencias del pueblo tomaron carta de naturaleza ante los superados médicos, y el miedo llevó a las gentes a solicitar la intercesión de lo divino. Las autoridades y la mayoría del vecindario prestaron oídos a las mandas de la Iglesia y dejaron su suerte a la intercesión de una Virgen que por aquellos tiempos empezaba a protagonizar el devocionario local, después de su valiosa y milagrera mediación para acabar con la pertinaz sequía que asoló los campos de Cáceres en el año 1641 y en la anterior epidemia de peste de 1649-51: la Virgen de la Encarnación y Montserrat, llamada ya en aquellos años de la Montaña, por levantarse su ermita, hoy santuario, en lo alto de la sierra de la Mosca.

En esta nueva ocasión, el Ayuntamiento de la villa solicitó a la cofradía que bajase una vez más la Santísima, con procesión de bajada de la ermita y novenario en la iglesia de santa María, iniciando esta costumbre para épocas de calamidad.

Se cuenta cómo, por obra de nuestra señora de la Montaña, Dios quedó servido, aplacándose su ira y quedando la población libre del mal de la peste, tal como narra un tal Bartolomé Sánchez Rodríguez, no el anterior médico de igual nombre, sino un personaje del que se guarda un manuscrito en el que dejó constancia de éstas y otras maravillas de su tiempo, Libro de algunos casos dignos de notar que han acaecido desde el año de (16)32 en la noble y muy leal villa de Cáceres.

 

 

A raíz de estos acontecimientos fueron numerosas las rogativas a la Virgen ante guerras, sequías, enfermedades…

 

Éstas son las bajadas extraordinarias históricas de la Virgen de la Montaña:
Por razón de sequía: 1641, 1653, 1673, 1675, 1678, 1679, 1680, 1683, 1689, 1691, 1694, 1697, 1698, 1699, 1700, 1734, 1743, 1752, 1755, 1757, 1764, 1765, 1767, 1770, 1775, 1779, 1781, 1791, 1794 y 1798.
Por razón de langosta: 1670.
Por razón de epidemia: 1651 (peste), 1665 (peste) y 1763 (tabardillo).
Por razón de obras: 1721.

 

De la que más recuerdo se tiene fue con motivo de una nueva, la última, guerra con Portugal, que mantuvo España por los años 1762 y 1763, la trágico-cómica Guerra Fantástica, así llamada por ser derrotados los hispanos sin presentar los lusos frontal batalla en ningún momento. Como en la mencionada de 1665, se establecieron en Cáceres varios hospitales de campaña, pues de aquellos campos vecinos lo que quedaba de la tropa trajo consigo el temible Tabardillo. Y fue fuerte la epidemia, pues en pocos meses llenó los camposantos cacereños con cerca de seis mil nuevos inquilinos, entre soldadesca y paisanos, hasta el grado de habilitar para estos menesteres los suelos de las ermitas y otros terrenos bendecidos.

 

“…se experimentó una fuerte epidemia de tabardillos, de la que fallecieron sobre seis mil personas de tropa y paisanaje…”.
Extraído de la obra referenciada de Simón Benito Boxoyo.

 

Las iglesias no daban abasto y los conventos mantuvieron una gran actividad. Por las calles, como siempre sucias y malolientes, no se veía alma alguna que transitase por ellas si no fuera por necesidad. Muchas de las casas se cerraron al morirse todos sus moradores por culpa de las malditas pintas.

La situación iba de mal en peor y amenazaba con borrar del mapa y de la historia futura la propia villa de Cáceres, que pareciera que estuviera escribiendo sus últimos renglones. Es así que el Concejo, instado por sus atribulados conciudadanos, solicitó a la cofradía que bajara la santísima imagen de la Virgen de la Montaña.

En éstas, el 12 de enero de 1763, cuando más arreciaba el mal del Tabardillo, se abrieron las puertas del santuario para iniciar la rogativa…

A la santísima Imagen la bajaron en procesión…

Se celebró novenario en la iglesia de santa María…

Por el suelo del templo, bajo el que aún estaban frescas muchas sepulturas, unos por propio pie, otros de rodillas en penitencia por promesa, todo el que pudo acudió a rezar y pedir a la virgen el fin del sufrimiento…

Durante los nueve días…

¡La epidemia de las pintas se fue templando hasta su total extinción!

 

FUENTES:

BOXOYO, SIMÓN BENITO. Breve noticia del origen del Santuario de la milagrossíma Imagen, que con el título de la Montaña se venera extramuros de la M.N. y L. Villa de Cáceres, provincia de Extremadura.

HINOJAL SANTOS, JOSÉ LUIS. Historias y leyendas de la vieja villa de Cáceres.

ORTÍ BELMONTE, MIGUEL ÁNGEL. Historia del culto y del santuario de nuestra señora de la Montaña, patrona de Cáceres.

 

José Luis Hinojal Santos

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