Donde hoy se abre el Arco de la Estrella, hasta entrado el siglo XVIII estaba la Puerta Nueva. Tal nombre respondió a que, en su día, se erigió en el acceso más moderno de cuantos existían y existen de acceso al intramuro.
Una antigua leyenda, hoy olvidada, cuenta que su origen fue un boquete realizado en una de las numerosas embestidas leonesas que sufrió esta parte de la muralla en los albores del siglo XIII, cuando musulmanes la protegían encarnizadamente de los fieros infieles cristianos del norte.
En la Edad Media, cuando se pretendía conquistar una plaza fuerte en manos del enemigo, el primer paso que se iniciaba era la negociación, lo que en Cáceres dará origen a la más conocida de sus leyendas, que tiene por protagonistas un capitán leonés y una bella mora (La hija del Qaid).
Si la negociación fracasaba, se iniciaban las hostilidades por el bando que atacaba la fortaleza. De las operaciones militares posibles, el rey de Castilla Alfonso X el Sabio nos relata que se ofrecían tres posibilidades de conquista: a furto, a fuerza o por cerco.
Las conquistas a furto eran rápidas, sencillas y amparándose en la noche o en el mal tiempo. Registrada queda en nuestra historia la primera conquista del Cáceres musulmán por la partida de mercenarios al mando de Geraldo Sempavor, noble portugués (o villano según sea quien lo mencione), en un acto más de rapiña que de conquista.
Las conquista a fuerza, en las que el atacante era sabedor de su superioridad, no importándole la sangre derramada entre sus tropas hasta rendir la plaza. ¡Y no siempre se conseguía…!
Y las conquistas por cerco, aislando la fortaleza rodeándola en su totalidad por el ejército atacante. Ésta fue la fórmula que usaron los monarcas leoneses durante los siglos XII y XIII para la infranqueable fortaleza cacereña y otros lugares al sur del Tajo, y poder expandir su reino cristiano.
Durante los asedios era costumbre el intento de derribo de un trozo de muralla minando su base. Es a este aspecto de las estrategias medievales al que parece referirse la vieja tradición o leyenda mencionada líneas arriba.
Ajenos a la mirada de los vigilantes del lienzo occidental de la cerca almohade, se contaba antiguamente que los leoneses, en uno de sus muchos cercos a Hizn Qazris, excavaron un agujero más allá del río Verde, a partir del cual horadaron un túnel hasta los mismísimos pies de esta parte de la muralla.
En el siglo XIII no existía aún plaza alguna ni arrabales fuera del recinto amurallado y sí un amplio y desigual descampado al oeste que separaba la entonces fortaleza de un mediano caudal de agua, el río Verde. Era un arroyo que corría paralelo al lienzo occidental, llamado “Verde” por estar cubierto de bastante vegetación. Con el tiempo y con el crecimiento de la villa, el cauce fue cegado (sobre 1864), y hoy es una corriente subterránea que circula por las calles de la Cruz, del Río Verde y de Nidos.
Proyecto de Alcantarillado para cegar el río Verde, de 1864
Para evitar el hundimiento prematuro, al término utilizaron puntales, los mismos a los que luego prendería fuego.
¿Cómo hicieron para que les diera tiempo de ponerse a salvo saliendo del túnel, pero que el citado fuego tuviera la suficiente fuerza como para que cedieran las piedras defensoras y se abriera un boquete que utilizaran las tropas de conquista?
Últimamente se narra que el sistema ideado fue extraordinario, al menos para nuestras mentes modernas: los leoneses introdujeron una piara de cerdos, los llevaron hasta el fondo de la galería, y amarrándolos a los puntales los prendieron fuego…
¡vivos!
Su grasa, de fácil y rápida combustión, hizo el resto.
Con la deflagración, la caverna excavada cedió y los terrenos se vinieron abajo. Con ellos, un trozo de muralla, quedando abierto el otrora famoso boquete: el que nos habla la leyenda.
Más lógico sería pensar que untaran los citados puntales mezclando brea con grasa de cerdo para alcanzar la temperatura y el efecto que necesitaban…
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