Cáceres en sus piedras

SOBRA ESE FAROL

 

Rondando el anochecer, dos insignes y lúcidos caminantes pasean en silencio por las calles del intramuro de la antigua villa de Cáceres. La puesta de Sol aporta un juego de claroscuros que transfiere belleza y encanto en el encuentro con las iglesias,, palacios y casas humildes del pasado, que van sucediéndose tras sus pasos e impregnando de ensueños y fantasías a los viejos amigos.

Apenas el murmullo acariciador de una ligera brisa les acompaña.

Se suceden los minutos. La luna cobra protagonismo en detrimento del astro que va ocultándose en el horizonte. Junto a las sombras comienzan a asomar luces tenues y plateadas. Los primeros momentos de la noche prometen proseguir un viaje al pasado, entretejiendo la memoria de los dos hombres y sus propios recuerdos, con los matices y juegos de la piedra, con los mitos y tradiciones solapados tras cada esquina, en cada rincón, deseosos de ser capturados siquiera un instante.

 

 

Necesitan ser respirados, como respiran los pulmones el aire.

Los dos caminantes pasean anónimos, absorbidos por la atmósfera medieval, en un letargo de palabras innecesarias. En la vetusta villa, ya ciudad, pocos conocen siquiera su semblante, menos su obra, no hay ecos de su fama, sobrada en una España, por los cuarenta del pasado siglo, que la vigila y la rodea de sospecha.

Un escritor y un pensador honran la villa.

Pío Baroja y José Ortega y Gasset esa noche hacen un alto en sus vidas. Su amistad no espera acontecimientos. Solo acompañamiento, paz, sosiego…

…¡y Cáceres!

La oscuridad les envuelve. Sueñan juntos, juntos sus pasos, cada uno su historia. Las piedras y la noche les arropan, les protegen del mundo y del trauma del mundo.

Suenan las campanas anunciando la primera hora de profunda noche. Se encienden los faroles pregonándolo por doquier.

Se pierden las plateadas piedras.

Se pierde la fantasmagórica ensoñación.

Se pierde un día de la otra vida de dos ensimismados soñadores.

Don Pío, por un momento despertado de la comunión con su más preciado personaje, Shanti Andía, vuelve a la realidad, al mundo y al trauma del mundo. Ante la expectación de don José, se agacha, agarra una piedra y la arroja fuerte y puntera contra la luz, al tiempo que pronuncia unas solas palabras que aún reverberan en la vetusta Cáceres:

– ¡Sobra ese farol!

Y sobran más palabras.

 

FUENTES:

HINOJAL SANTOS, JOSÉ LUIS. Historias y leyendas de la vieja villa de Cáceres. (NOTA: en este libro se cita por error a Gabriel y Galán en lugar de Ortega y Gasset).

LORENZO, PEDRO DE. Cáceres en blanco y negro.

 

José Luis Hinojal Santos

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