Cáceres en sus piedras

ISABEL LA CATÓLICA Y EL BALCÓN DE LOS FUEROS

 

Pocas son las excepciones en que las leyendas sean sólo un mero producto de la invención humana, sin que en el fondo de ellas exista, más o menos camuflado, un hecho histórico real. En la mayoría de los casos, tras su narración, sorprendente, extraordinaria y poco creíble en ocasiones, se ocultará el testimonio de sucesos que en el pasado maravillaron a las gentes, quienes, en su nulo entendimiento de ellos, dieron rienda suelta a explicaciones siguiendo sus creencias y deseos, convirtiéndolos en una mezcla de realidad y de fantasía y superstición.

 

Balcón de los Fueros

 

Hoy me ocuparé de una de esas, quizá, excepciones, si bien podremos salvar finalmente del escarnio la leyenda que circuló durante algún tiempo acerca del supuesto episodio que tuvo como escenario el llamado balcón de los Fueros, amparándonos en el uso que se le dio con el tiempo, como lugar donde enarbolar el Pendón de san Jorge, insignia histórica y símbolo de la villa de Cáceres.

 

En el paramento de piedra que ofrece la torre de Bujaco a la plaza Mayor destaca, a media altura, este coqueto balconcino renacentista, que se añadió al baluarte en el segundo tercio del siglo XVI, gracias al patrocinio e interés mostrado en su alzado por el entonces médico de la villa el doctor Enrique de Ribera. El escudo que vemos en la obra es, precisa y lógicamente, el de sus apellidos. Otro de las mismas trazas lo encontraremos en el interior de la iglesia de santa María, donde fue enterrado en nicho fabricado en la pared de la epístola, privilegio merecido, pues fue benefactor destacado y fundador de una importante obra pía, administrador de la cual nombró al párroco de este templo.

 

Desde prácticamente su construcción, por su situación privilegiada, en cada evento importante que afectó a la villa, como la coronación de los sucesivos monarcas españoles o la celebración anual de la festividad del patrón, en este saliente de la torre de Bujaco se ondeaba la citada bandera, para satisfacción y alegría del vulgo. De esta manera, cuando el rey de turno venía a Cáceres, juraba protocolariamente los fueros de la villa, y luego pasaba al balcón para saludar y recibir los vítores del pueblo.

Es creencia que esta costumbre tuvo su origen en que, en su día, así lo hizo por primera vez Isabel I de Castilla, nada más pisar sus calles. Aún llegan a nuestro tiempo los ecos de aquella famosa jornada del 30 de junio de 1477, cuando su majestad la Católica entró en Cáceres montada sobre una mula, procedente de Trujillo. Luego, en presencia de los caballeros, escuderos, oficiales y hombres buenos de la villa, a la sombra de la puerta Nueva, hoy arco de la Estrella, la reina prestó juramento y su deseo de respetar los viejos fueros, dados a la villa por el rey leonés Alfonso IX.

 

Balcón de los Fueros

 

Cuentan que, tras jurar, saludó al pueblo presente desde el balcón de los Fueros, llamado así, según la leyenda, por este episodio, y motivo por el que, en algún documento, aparezca también como balcón juradero. Como fuera de donde tomó el nombre, es aquí donde dicha leyenda se convierte en una flagrante anacronía histórica, y, por tanto, de imposible encaje, pues en la entonces torre Nueva, aquel 1477 no había balcón alguno ni nada que se pareciese, si no es el almenado que la corona.

Habrá que esperar más de medio siglo hasta que el doctor Enrique de Ribera pusiera los dineros necesarios para su construcción. Hasta entonces, se levantaban tabladillos en medio de la plaza, desde los que se proclamaba solemnemente la adhesión a los nuevos reyes.

 

FUENTE:

HINOJAL SANTOS, JOSÉ LUIS. Historias y leyendas de la vieja villa de Cáceres.

 

José Luis Hinojal Santos

Añadir comentario

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.