Las viejas historias cuentan que las tropas leonesas ejecutaron en 1169 un notable asedio a la musulmana Hizn Qazris, y el día señalado, al frente de ellas se vio al mismo apóstol Santiago montado en su caballo blanco, empuñando firmemente la espada y abanderando la esperanza de victoria contra los que eran sin fe (leer Santiago Matamoros ante los muros de Cáceres). En esta ocasión, la acometida cristiana alcanzó la gloria, pues los de la Cruz entraron, con la esforzada ayuda de tan poderoso señor, en la fortaleza, logrando rendir a sus moradores, que fueron expulsados de estos territorios.
Satisfecho de la jornada, el rey leonés Fernando II fue a atender asuntos de sus tierras del norte, y le pareció conveniente que aquella tierra conquistada se conservase y permaneciese en poder cristiano, dejando su defensa en manos de Pedro Fernández de Fuentecalada y un buen número de caballeros en los que confiaba.
Los cronistas han escrito que la gracia del Espíritu Santo alumbró a estos cristianos y los alejó de las obras del diablo. Atendieron prestos estos deseos de sus reyes, terrenal y espiritual, y poniendo la Cruz en sus pechos en manera de espada con la señal e invocación del apóstol Santiago, fundaron la orden de los Fratres de la Espada, y se hicieron llamar caballeros freires de Cáceres.
Su decisión de que las cuatro puntas de aquella Cruz fueran culminadas en la forma de flores de lis, hizo que pronto el pueblo terminara por referirse a la enseña santiaguista como “el lagarto”.
En sus primeros años de existencia se congregaban fuera de los muros de Hizn Qazris, llamado por ellos Cazires o Cáceres, en unas casas situadas en lo que hoy es la calle Sancti Spiritu.
Siendo, pues, la villa solar de los Fratres de la Espada, convertidos en orden de Caballeros de Santiago allá por 1171, a ellos quedó encomendada la tarea de su defensa frente a los ataques del enemigo. Y esto no fue otro que los almohades del califa Abu Yakub Yusuf (Abu Jacob), que puso sus miras en la toma de Cazires, paso obligado hacia el norte en su deseo de devolver a manos agarenas tierras del reino de León. A ello se unía su invencible deseo de vengar la injuria de habérsele quitado recientemente los territorios entre los ríos Tajo y Guadiana.
A favor de Miramomelín (príncipe de los creyentes), como así se hacía llamar, en su feroz ánimo de gobernar la antigua Hispania, obraba el mantener la morisma unida y entera bajo su trono, y así, con doblados ejércitos, ordenó a su lugarteniente y mano derecha Abu Hafs la que consideraba más digna de sus empresas: la reconquista musulmana de aquellos territorios y, en especial, de Cáceres.
A ella dirigieron su empeño y se presentaron, sembrando el terror en el pueblo de la fortaleza cristiana. No hubo piedad en la desigual lucha, y las calles, casas y recién levantadas iglesias se llenaron de sangre y cuerpos sin vida de familias campesinas y de caballeros nobles. Pero se encontraron con la férrea defensa de los Fratres de la Espada, que hicieron de sí muro para quebrantar la soberbia y furia de los infieles, frenando el ímpetu y la sed de victoria de los almohades, que sintieron así truncada su fortuna de acabar pronto lo que empezaron felizmente.
Cuenta la épica que más de seis meses duró el penoso esfuerzo de rendir a estos cristianos, encerrados en una torre (según la tradición, la torre de Bujaco) como último bastión de lo que fue durante sólo cuatro años villa santiaguista,
sin poder ser socorridos,
muriendo y matando.
Hasta que un día, diez de marzo de 1165, el trabajo del enemigo puso fin a la heroica defensa, y como contrapunto al valor y honor demostrado, Abu Hafs mandó degollar a los caballeros freires supervivientes que aún no habían sucumbido en el asfixiante asedio al que fueron sometidos.
El martirio de los Fratres de Cáceres no fue en vano, pues pagaron noblemente con sus vidas todas aquellas que pudieron salvar de la acometida que el enemigo hubiera llevado a cabo en otra parte durante todo ese tiempo.
En premio a la heroica hazaña, en el santoral español de las órdenes militares figuró ese día del 10 de marzo como la fiesta de los Mártires caballeros de la orden de Santiago, antigua de los Fratres de Cáceres.
FOTO DE CABECERA: Vista general de Cáceres Intramuros.
FUENTE:
HINOJAL SANTOS, JOSÉ LUIS. Historias y leyendas de la vieja villa de Cáceres.
REAL CONSEJO DE LAS ÓRDENES. Regla de la orden de la Caballería de Santiago.
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