Los golpes sonaron fuertes y precipitados. La noche era oscura y pocos esperarían tal ruido a esas horas, pero el lugar al que se llamaba era una mancebía, situada a espaldas de la iglesia de santa María, más allá del cementerio parroquial. Quien fuera esperaba que estuviera abierta o, al menos, gente dentro despierta. Aún así, no era costumbre, e incluso inoportuna cualquier visita tan intempestiva…
La dueña del prostíbulo acababa de conciliar el sueño y el alboroto le sobresaltó. Pensamientos nada halagüeños se apoderaron de ella y dudó si atender la llamada o dejar pasar unos minutos. Ante la insistencia, se levantó, se puso encima cualquier cosa a mano y con una vela acudió a la puerta.
Nada más abrir, le encaró un joven que le solicitaba con apremio refugio y silencio, pues era perseguido por las fuerzas vivas de la villa. Minutos atrás se hallaba inmerso en una reyerta y en el apasionamiento hirió a un vecino en mal sitio. Huyó en cuanto atisbó la inmediata llegada de los alguaciles. No atenderían explicaciones o motivos, ni quién era responsable y quién no. Se los llevarían a ambos por ser gente de baja estofa. Él había ido a más, sacó la navaja y clavó la hoja en el pecho del que hasta ese momento solo libraba una pelea a puño cerrado y que ahora se retorcía en el suelo intentando con sus manos parar la sangría de la herida.
La mujer escuchó reticente el relato, sopesó la situación y finalmente le permitió entrar, prometiéndole, bajo palabra, no delatarle, fuera con ello incluso su vida. Cerró las puertas tras el mancebo y le llevó a escondite seguro en tanto el asunto se aclarara.
* * *
Pasaron unas horas, y volvieron de súbito a tronar golpes en la mancebía, igual de fuertes que los anteriores. Esta vez sonaban diferentes, como premonitorios de una desgracia. Tras la puerta asomaron unos hombres, alguaciles de la villa, que guardaban silencio mirándose entre sí esperando que fuera el otro quien tomara la palabra.
Pero no hubieron palabras. A la par y en silencio, destaparon el bulto que llevaban a grupas de una mula.
Era un cadáver,
aún caliente…
del otro joven cuyas manos no pudieron frenar la sangría de una herida
que le había infringido una mala compañía y un subido altercado.
La dueña del prostíbulo lanzó un sonoro grito que heló incluso el corazón del búho que desde la lejanía rompía, con su perseverante ulular, el hasta entonces silencio de las calles.
Era el cadáver de su hijo,
aún caliente…
muerto a manos de otro joven que había huido de la escena
para solicitar su guarda y hacerle prometer su silencio.
Los alguaciles respetaron el desgarro de la madre, que rompió a llorar amargamente, apenas pudiendo articular las únicas palabras que venían a su boca:
– ¡Hijo…! ¡Hijo mío!
Ninguna más. Había comprometido su honor, el mismo que todas las noches hasta esa maldita noche se vanagloriaba de garantizar a sus clientes mientras se solazaban encima de ella; había ofrendado su propia vida si rompía el sello del pacto, que ahora lamentaba viendo la sangre de su único vástago.
No dio razón del paradero del asesino de su hijo, que pudo así escapar del castigo, siendo más vil su felonía encontrando refugio donde no le buscarían.
Enterró a su hijo y, al poco, le dieron sepultura a ella, pues la mujer no pudo soportar la tragedia de su silencio y la tremenda pena que ello le ocasionaba. Se cuenta que fue tanta su amargura, que todo el que se cruzaba en su camino bajaba la cabeza rehuyendo pusilánime su perdida y vacía mirada de desconsuelo. Con el tiempo y por tal motivo, donde alzaba su casa y burdel, comenzó el pueblo a llamarla
¡…la calle de la Amargura!
FOTO DE CABECERA: Vista de la calle de la Amargura desde la torre redonda de la casa de Carvajal.
FUENTE:
HINOJAL SANTOS, JOSÉ LUIS. Historias y leyendas de la vieja villa de Cáceres.
Buenas noches, está tarde cotilleando un poco,di con está maravillosa página,y qué aún sigo enganchada! No puedo parar de, leerte ,y leerte…y me encantaría seguir leyendo…
Buenas tardes Rosa. Siento contestarte con tanta tardanza, pero hay fines de semana que no conecto el ordenador siquiera. Me enorgullece y alegra que te guste la página. Por supuesto que seguiré escribiendo sobre esta maravillosa ciudad, porque aún me quedan muchas historias y leyendas que narrar sobre ella. Suelo colgar una cada semana. y luego las publicito a través de mi página facebook, que se llama igual que la web, por si quieres seguirme, cosa que me agradaría. Gracias de nuevo.